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Succession: cómo su tercera temporada la consolida como la mejor serie de su generación

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*Este artículo contiene reflexiones generales sobre Succession, algunas de las cuales pueden ser consideradas spoilers menores. 

Por Matías de la Maza. 

“Si piensas que esto tendrá un final feliz, no has estado prestando atención”. Esa frase no es de Succession, sino de Ramsay Bolton (Iwan Rheon) en Game of Thrones resumía la serie completa. Uno de los villanos de la historia emitida por HBO le dejaba claro el cuento al espectador: nadie podía esperar que cuando llegara al final de la historia, los “buenos” estuvieran triunfantes y los “malos” derrotados.

Si bien era una serie de fantasía, GoT siempre tenía un crudo realismo. La trama siempre cuestionó que existiera una diferencia clara entre héroes y villanos, estableciendo que, en el juego del poder, la nobleza podía ser una debilidad. El ganador sería finalmente quien, independiente de sus cualidades morales, pudiera ser tan despiadado como el mundo que intentaba conquistar.

La nueva serie estrella de HBO, Succession, puede ser considerada una (valga la redundancia) sucesora espiritual de Game of Thrones. A pesar de sus diferencias, son más o menos sobre lo mismo: la lucha por el poder y cómo esta se cruza con los conceptos de política y familia. Todo sumado a un cuidado estudio de personajes, en su mayoría detestables, pero fascinantes. Pero Succession es también la última en un linaje que siempre tiene una heredera: la mejor serie del momento. Ese título que tuvo Los Sopranos, The Wire, Mad Men, Breaking Bad y sí, la misma Game of Thrones. A pesar de su horrible final.

Succession

El tema es que requiere tiempo ganarse ese título. Una suficiente cantidad de temporadas que demuestre que la serie no es sólo un destello de calidad, o una montaña rusa de irregularidad (como le pasó a Homeland o Mr. Robot). Con su tercer ciclo, su mejor temporada hasta ahora, Succession se ganó el honor con creces.

Por el Trono 

Un poco de contexto para quienes aún no comienzan la serie. Succession es la historia de la (ficticia) familia Roy, dueña de uno de los conglomerados multimedia más importantes del mundo. Tienen todo: medios de comunicación, parques temáticos, un estudio de películas, etc (los paralelos con Disney son claros).

El punto de partida de la trama es el inminente retiro del patriarca, Logan (Brian Cox), al momento de cumplir 80 años. Supuestamente, el hijo mayor de su segundo matrimonio, Kendall (Jeremy Strong) es el elegido para sucederlo en el poder. Pero, todo esto en el primer capítulo, eso no pasa. Logan se arrepiente y dice que seguirá liderando la compañía que fundó. Desde ahí se desatan las maquinaciones de Kendall y sus hermanos, Roman (Kieran Culkin) y Shiv (Sarah Snook) por conseguir el favor de su progenitor para, algún día, ser los nuevos reyes. Pero no son las únicas piezas del ajedrez. También está Connor (Alan Ruck), el hijo mayor de Logan de un matrimonio anterior, Tom (Matthew Macfadyen), la pareja de Shiv, y el incómodo primo Greg (Nicholas Braun).

Succession

Los primeros capítulos son difíciles. Tanto porque la serie tiene un trabajo de cámara particular y atípico, como que todos los personajes son odiables. Pero algo hace click cerca de la mitad de esa primera tanda de episodios. Para el final de la temporada debut, los Roy siguen siendo una manga de cretinos. Pero son tus cretinos. Y quieres saber cómo les va. Sobre todo quieres saber quién gana al final.

La segunda temporada fue la consolidación. Un grupo de episodios redondos que profundizaron en la dinámica interna de la familia Roy, las formas en que controlan el poder, y cómo es administrado por el siempre tóxico Logan. Pero el tercer ciclo es la consagración definitiva: Succession nunca había sido tan intensa, oscura y adictiva como ahora. Todo sin nunca olvidar que es una sátira. Eso es lo curioso de la serie: a pesar de lo abrumadora que puede ser, es tremendamente graciosa.

La guerra civil de los Roy, con los miembros de la familia enfrentados y eligiendo bandos, dio lugar a algunos de los momentos más descarnados de toda la serie, y reforzó cuál es el meollo del asunto: que un final feliz es poco probable.

Al fin y al cabo, los protagonistas no son personajes felices, ni hacen lo que hacen por conseguir una plenitud espiritual. Al igual que en Game of Thrones, la nobleza y el desinterés aparecen como destellos nomás en Succession, y generalmente los personajes que se consideran héroes a sí mismos son castigados por la realidad. Sólo es cosa de poner atención a su brillante capítulo final. Cuando un grupo de protagonistas pareciera estar ad portas de una victoria épica, una traición destruye todo. En Succession, el poder no es para los “buenos”, sino para los pillos.

Todo esos factores que hacen a Succession tan adictiva podrían bastar por sí mismos, pero lo que sostiene la serie siempre serán sus interpretaciones. La historia no tiene a un Walter White o Tony Soprano. Tiene a diez. Cualquiera podría argumentar que Strong, Culkin, Snook, Cox o Macfadyen tuvieron la mejor actuación de la temporada, y hay razones de sobra como para defender cada una de las posturas.

Con el final de su tercera temporada, Succession no sólo cerró su mejor ciclo, sino que inició su recta final. La serie está renovada para un cuarto ciclo, y probablemente lo esté para un quinto, pero no pareciera que vaya a continuar más allá de eso. Mientras Game of Thrones tropezó en su último acto, aquí HBO pareciera haber planteado una hoja de ruta más clara y satisfactoria. Una que pareciera haber pasado su punto medio, el de no retorno, y lo hizo demostrando que, hoy por hoy, no hay otra serie como Succession.