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[RESEÑA] La Noche de las Nerds: maravillosa juventud

Olivia Wilde (Doctor House) debuta en la dirección con la mejor comedia de este 2019, con un análisis de la adolescencia tan hilarante como empático.

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Por Matías de la Maza.

Con todas sus fórmulas y clichés, no es fácil hacer una comedia adolescente que sea tan graciosa como honesta. La mayoría opta por el cinismo o el exceso de chistes, sobre todo con respecto a la sexualidad (las peores, presentan el sexo y los desnudos como algo gracioso en sí mismo), pero sin capturar la confusión y encantadora torpeza emocional de esos años, donde cada sentimiento pareciera ser más grande que la vida misma.

El lograr el balance perfecto es una tarea que requiere ingenio y mucha observación. Olivia Wilde (conocida por su papel de “la Número 13” en Doctor House), demuestra tener ambas cosas de sobra en su debut en la dirección cinematográfica, La Noche de las Nerds, ya estrenada en los cines chilenos. Con un equipo de guionistas liderado por Katie Silberman, Wilde muestra un mundo juvenil que te hace reír constantemente, sin nunca dejar de sentirse muy real.

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Molly (Beanie Feldstein) y Amy (Kaitlyn Dever) son mejores amigas y las clásicas mateas del curso. Orgullosas de haber sido ratones de biblioteca y niñas buenas durante toda la secundaria, con el fin de llegar a las mejores universidades del país, su mundo se destruye cuando el último día de clases antes de la graduación descubren una terrible verdad: sus compañeros también entraron a las mejores universidades, y sin la necesidad de estudiar por años. Lo hicieron teniendo también una vida normal: festejaron, bebieron, rompieron reglas, tuvieron sexo. Lo pasaron mejor, y llegaron al mismo lado.

Amy se lo toma con relativa calma, pero Molly no puede con esa verdad. Por eso convence a su amiga que esa última noche, deben vivir todo lo que no vivieron en el colegio: ir a la fiesta de fin de año de un compañero de curso y al fin dejar de ser las niñas buenas. Por una noche, perder el control.

Hay muchos paralelos que se pueden hacer con Superbad, la mejor comedia adolescente de la década pasada: no sólo Feldstein es la hermana menor de Jonah Hill, el protagonista de esa cinta, sino que buena parte de la película trata sobre la odisea de las jóvenes para llegar a la fiesta, algo que obviamente no ocurre tan fácilmente, teniendo que enfrentar una serie de desventuras hilarantes.

Pero La Noche de las Nerds tiene suficientes méritos para brillar con luz propia. Partiendo por su dupla protagónica: tanto Feldstein como Dever merecen nominaciones al Oscar. La forma en la que representan la complicidad y las tensiones que hay en las amistades de toda la vida es el alma de la película. La naturalidad de sus interacciones hace pensar que se conocieran realmente desde siempre. El dúo desborda carisma: muchos chistes son rematados sólo con la expresividad de sus rostros.

Aunque por mucho que brillen sus protagonistas, el gran triunfo de la película está en que su mundo no empieza ni termina por sus dos jóvenes estrellas: a medida que avanza su trama, ninguno de sus personajes secundarios se mantiene unidimensional. No hay buenos ni malos, sino un grupo de jóvenes intentando lidiar con una época confusa y abrumadora de su vida de la mejor forma que pueden.

La película es graciosa (muy, muy graciosa), pero también profundamente tierna. Wilde captura la noche con empatía y cariño por este grupo de jóvenes, recordándonos ese tiempo de ansiedad por lo que vendrá nos hacía olvidarnos frecuentemente del presente. Un presente al que muchos después desean volver. En una de las escenas mejor filmadas de la cinta, que ocurre en una psicina, la directora sintetiza emocionalmente toda una etapa de vida en cosa de segundos: ese dolor que parecía ser eterno, pero también ese júbilo que te hacía sentir invencible. La maravillosa juventud.