Los imperdibles

[RESEÑA] El Rey León: a la sombra de la historia

El remake de la querida cinta animada de Disney tiene los efectos especiales más asombrosos que se hayan visto en el cine en una década. Pero a pesar de ser disfrutable, es imposible no compararla con la muy superior versión original.

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Por Matías de la Maza.

Hay dos formas de analizar el remake de El Rey León, ya estrenado en los cines chilenos. Partamos por el lado en el que sale ganando: visto como una forma de presentar una historia clásica a nuevas generaciones, haciendo uso de tecnologías modernas, el ejercicio es un triunfo rotundo. Desde su primera escena, esa icónica obertura, la película es un espectáculo visual abrumador. El realismo con el que lograron generar todo un ecosistema africano desde la nada, de forma 100% digital, es impresionante. Cada animal, cada planta, cada riachuelo o destello de luz parece real. Es la película que más ha avanzado los efectos especiales en Hollywood desde que Avatar conquistó el mundo en 2009.

Jon Favreau (Iron Man) ya tenía experiencia llevando la naturaleza a la vida sin usar nada natural con la muy buena El Libro de la Selva (2016), pero aquí la tecnología va incluso más allá. La fauna es imposible de distinguir de un documental de National Geographic. Para toda una generación de niños, es el sueño de realmente ver a leones, jabalíes, suricatas y demases hablando e interactuando.

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Por otro lado, para los más grandes, que hayan visto la película original y, sobre todo, hayan amado esa historia, inevitablemente sentirán que en El Rey León 2019 algo está extraviado. Sigue siendo prácticamente la misma trama, casi escena por escena (extendiendo algunas para durar 30 minutos más que la original). Es la saga de Mufasa y Simba, una historia sobre familia, luto y legado. Pero el ser tan calcada a la película de 1994 termina por ensalzar la primera, mientras hace tambalear a la segunda.

Irónicamente, una de las mayores fortalezas de la película su principal debilidad: su asombroso realismo termina siendo un limitante visual a ratos. Como nada puede salirse de la lógica de documental de naturaleza, las canciones carecen de las coreografías, atractivos coloridos y dramáticos cambios de luces que tenían la cinta del 94. Lo mismo pasa en algunas escenas que requerirían más emoción, pero la realista cara animal de sus protagonistas sólo puede expresarla a medias.

El elenco vocal está, en general, excelente: quienes vean la película en inglés podrán apreciar a Chiwetel Ejiofor (12 Años de Esclavitud) haciendo a un Scar soberbio, mientras que Seth Rogen y Billy Eichner brillan como Pumba y Timón, respectivamente. Demás está decir que escuchar nuevamente a James Earl Jones como Mufasa es un agrado nostálgico, mientras que Donald Glover y Beyoncé como Simba y Nala están correctos, aunque no deslumbrantes.

En general las canciones pierden un poco de peso en sus versiones 2019, pero la banda sonora de Hans Zimmer, reinventada para esta versión por el mismo compositor, sigue siendo el motor emocional de la historia.

Después de todos sus altibajos, sigue siendo un gran y disfrutable espectáculo familiar. Simplemente quienes hemos amado la película del 94 por un cuarto de siglo, todo el espectáculo digital es asombroso, pero también un maquillaje que intenta ocultar los problemas al intentar capturar parte del corazón, alma y magia de la cinta original. La imitación es decente, pero sigue siendo una mera imitación.