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[ESTRENO] TÁR: la obra y la artista

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En dos de las escenas que abren TÁR (el título ha sido estilizado en mayúsculas, muy ad hoc para la potencia que sus realizadores esperan que invoque el nombre), el director y guionista establece todo lo que tienes que saber del personaje principal, la (ficticia) conductora de orquesta y compositora Lydia Tár (Cate Blanchett).

La primera escena encuentra a la protagonista siendo entrevistada en el festival de la revista New Yorker, donde desde la introducción de los hitos de su carrera, en donde abundan las oraciones que comienzan con “la primera mujer en…” y “la primera persona en…” dejan en claro su estatus de leyenda. Sus próximos proyectos revelan que está en un punto de inflexión en su ya extensa carrera en donde puede asegurar su lugar en el Olimpo artístico: con una autobiografía y, sobre todo, una grabación en vivo de la quinta sinfonía del compositor austriaco Gustav Mahler, junto a la orquesta filarmónica de Berlín, la cual dirige hace años. Y, por supuesto, están sus opiniones y sus palabras, donde quizás la más importante (para la trama) es que desestima que ser mujer y lesbiana le haya traído inconvenientes o desafíos adicionales a su carrera. No, su lugar y su carrera podrían ser ostentados por cualquiera, hombre o mujer, que tuviera su talento. Pero claro, nadie es tan talentoso como Lydia Tár.

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La segunda escena es un extraordinario plano secuencia en un espacio limitado: un salón de clases de la prestigiosa escuela musical Juilliard, en donde la protagonista se encuentra dando un seminario como invitada. En el lugar, se enfrasca en una discusión con un joven estudiante pansexual, que manifiesta su desdén por Bach debido a su historial de misoginia. Tár, con razón o no (una de las tantas agradables ambigüedades de la película), desarma rápidamente su argumento, lo minimiza y ridiculiza al joven, mientras llama al resto a no mezclar la historia personal de los artistas con su obra. Blanchett está tan extraordinaria en todo el intercambio que es difícil no sentir que su personaje está en el lado correcto de la discusión.

En ambas secuencias, Field pone la mesa. Deja en claro que Lydia Tár no sólo es legendaria y talentosa, sino que detrás de eso hay un alma tan carismática como arrogante y narcisista. Y durante el resto de la película, el realizador está listo para tirar el mantel y dejarlo todo caer.

Porque, evidentemente, TÁR no es la historia sobre un ascenso. Eso ya ocurrió. No, lo que a Field le interesa es la caída. Cómo una persona poderosa y en el peak de su carrera puede ser alcanzada por las decisiones de su pasado. Y es que algo está mal con Lydia Tár y cómo se relaciona con su entorno. Su mujer, con quien tiene una hija (la única relación completamente honesta y desinteresada que mantiene), es la primera violinista de la orquesta de Berlín. Su asistente es claramente su examante, aún esperando que su lealtad, emocional y profesional, sea recompensada o por último reconocida por su jefa. Y está la reaparición de una exbecaria de la fundación que creó para alentar a jóvenes mujeres a entrar al mundo de la música, con quien las cosas no terminaron bien.

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Las relaciones de Lydia Tár están marcadas por una disparidad de poder entre ella y las mujeres en su vida, en una historia que en la vida real tiene demasiados ejemplos. Y tal como en la vida real, la protagonista pareciera completamente ignorante de que eso pudiera significar un problema. Quizás no es la mejor señal que su mayor confidente sea su predecesor (el legendario Julian Glover, a quien en su veta más pop recordamos por su papel como villano en Indiana Jones y la Última Cruzada, además de un detestable papel en Game of Thrones), quien pareciera también esconder más de un esqueleto en el closet.

Así, basta que caiga una ficha de dominó para que la reacción en cadena en la vida de Lydia Tár sea inevitable. Pero Field trata la historia sin el menor interés por establecer una tesis. No está aquí para juzgar a su protagonista, ni decirle al espectador qué pensar. Ni siquiera para dejar en claro si Tár es o no una depredadora sexual a la altura de Harvey Weinstein. El ejercicio es extraordinario, porque con ello, TÁR en vez de darle una moraleja al espectador, lo invita a proyectar sus propias conclusiones. Hay desde quienes podrán encontrar la trama como liberal hasta quienes la acusen de ser extremadamente conservadora. Que es pro o que es anti Me Too.

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No, Todd Field prefiere centrarse en el punto de vista de la protagonista, que tiene a una Cate Blanchett en quizás la mejor interpretación de su carrera, y cómo reacciona, evoluciona o involuciona ante la destrucción de su vida, sin prejuicios. Las conclusiones quedan para el resto. Una aproximación similar a la que utilizó para su película anterior, Little Children, hace ya 16 años, Little Children, en donde una de las subtramas seguía a un pedófilo que intentaba reinsertarse en la sociedad. Un concepto provocador en donde su mirada desprejuiciada del personaje termina siendo el alma de una película desgarradora.

Si TÁR muestra al menos una verdad que plantee como objetiva, es que la simbiosis entre el poder y la ambición puede corromper a cualquiera. Si esa corrupción nos permite seguir apreciando el arte que hay detrás, es una respuesta que ni Field, ni Lydia Tár, ni un estudiante pansexual pueden entregar. Pero no por falta de respuestas TÁR deja de ser una de las mejores películas de los últimos meses. Un imperdible de la temporada de premios.

* TÁR está disponible en los cines y nominada a seis Oscar, incluyendo Mejor Película, Mejor Actriz y Mejor Director.