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Las mejores actuaciones dirigidas por Martin Scorsese

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El legendario director norteamericano Martin Scorsese cumplió 80 años, de los cuales ha destinado más de cinco décadas en transformar el cine estadounidense. Tanto visual como temáticamente, el realizador ha empujado los límites de lo posible en el Hollywood mainstream, con múltiples obras maestras en sus filmografías.

Parte importante de lo que ha hecho a Scorsese un director brillante, es su capacidad para conseguir actuaciones extraordinarias de sus elencos, tanto de los protagonistas como de los secundarios. A continuación; una selección de las actuaciones inolvidables de algunas de las películas más icónicas del cineasta.

N. de la R: Cada actor o actriz puede aparecer por máximo una interpretación.

Por Matías de la Maza. 

Ellen Burstyn – Alicia Ya No Vive Aquí (1974)

Es curioso que un director que ha dedicado buena parte de su filmografía a estudiar la masculinidad, y que en más de una ocasión ha sido acusado (justa e injustamente) de no desarrollar bien a sus personajes femeninos, se haya consolidado en Hollywood con una película con una mujer como protagonista, donde explora tanto la independencia del espíritu femenino como la compleja relación de las mujeres estadounidenses con el Sueño Americano. Ellen Burstyn ganó el Oscar por su potente interpretación del papel principal y Scorsese se abrió definitivamente camino como un precoz genio.

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Jodie Foster – Taxi Driver (1976)

Pareciera imposible igualar a Robert De Niro en una batalla actoral. Más aún si tienes apenas 12 años. Pero eso es exactamente lo que hace Jodie Foster en Taxi Driver. En el polémico papel de una prostituta menor de edad, Foster logra al mismo tiempo proyectar la brutalidad de una niña en su situación, así como representar a alguien con una madurez muy adelantada para su edad. Su talento y carisma logran opacar incluso al legendario protagonista de la película.

Robert De Niro – Toro Salvaje (1980)

Cualquier colaboración de De Niro con Scorsese podría ser considerada el punto más alto en la carrera de ambos. Y la elección de cuál es la mejor siempre será discutible. Pero la simbiosis entre el director y su primer gran actor fetiche nunca funcionó a un nivel más superlativo que en Toro Salvaje. De Niro es más grande que la vida en la película. Bestial, frágil, obsesivo, macho, soberbio y patético al mismo tiempo, el personaje de Jake La Motta representa mucho de lo que Scorsese lleva décadas explorando: hombres irreparables y autodestructivos, y las consecuencias de eso en sus vidas y sus entornos.

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Willem Dafoe – La Última Tentación de Cristo (1988)

El conflicto entre la dualidad de Dios y hombre de Jesucristo había sido insinuada en otras producciones, pero nunca de una manera tan evidente y abrumadora como en la siempre polémica La Última Tentación de Cristo. Willem Dafoe no sólo se transforma en el mesías sino que también en el rostro del sufrimiento existencial y la duda. Scorsese aclara en la película que la cinta “no se basa en los evangelios” (duh), sino que “en la exploración del eterno conflicto espiritual”. Que Dafoe logre representar físicamente un concepto tan etéreo es, aunque suene cursi, milagroso.

Ray Liotta – Buenos Muchachos (1990)

Cuando se habla de Buenos Muchachos, quizás la única película que ha logrado redefinir el género de las cintas de mafiosos desde El Padrino, se habla de Joe Pesci, se habla de Robert De Niro y poco se suele hablar del protagonista, Ray Liotta. En una de las actuaciones más subvaloradas que ha dirigido Scorsese, Liotta logra generar un nivel de identificación y empatía en la audiencia que pocas veces se ve observando a un criminal que destruye a su vida, a sus colaboradores y a su familia con sus acciones. Eso es talento.

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Daniel Day-Lewis – La Edad de la Inocencia (1993)

Daniel Day-Lewis es conocido por poder invocar todo el espectro emocional en sus interpretaciones. Pero el juego al que se dedican el actor y Scorsese en La Edad de la Inocencia está en cómo contener esas emociones, en cuánto tiempo un hombre puede aguantar que la pasión lo desborde por los poros cuando tiene que mantener las apariencias. El resultado es fascinante.

Leonardo DiCaprio – El Aviador (2004)

Caso similar al de De Niro: ¿Cómo se elige sólo una colaboración entre Leonardo DiCaprio y Martin Scorsese? Nuevamente, la elección es discutible, pero se podría argumentar que El Aviador no es sólo la mejor sociedad entre el director y su nuevo De Niro: es la mejor actuación en la carrera de DiCaprio (injustamente no reconocida con un Oscar). Como en Toro Salvaje, Scorsese traza a su protagonista en un camino de autodestrucción, esta vez con el componente trágico de tener a un personaje bastante más empático en su Howard Hughes. DiCaprio logra interpretar de manera magistral la involución de un carismático genio billonario a un recluso apenas apto para vivir en sociedad, sin nunca dejar de inspirar admiración por su talento.

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Yōsuke Kubozuka – Silencio (2016)

Silencio, quizás la película más subvalorada de toda la carrera de Scorsese, está llena de actuaciones brillantes: Andrew Garfield, Adam Driver y Liam Neeson, todos son extraordinarios en una cinta que lidia con la culpa católica y la compleja relación entre la fe, la moral y la humanidad. Pero en ese contexto, no hay nada más humano que un traidor. Un Judas. Eso es lo que representa el actor japonés Yōsuke Kubozuka, interpretando a un hombre que no puede evitar su naturaleza imperfecta. Cada escena en la que aparece genera desde lástima hasta rabia y desdén. Scorsese obliga constantemente a la audiencia a juzgar al personaje más humano de todos, y Kubozuka lo entrega todo en cada momento que debe cumplir su función.

Joe Pesci – El Irlandés (2019)

Se piensa en Joe Pesci junto a Scorsese y se piensa principalmente en Buenos Muchachos. Quizás Casino. Toro Salvaje, obviamente. Pero la mejor interpretación del actor, el mejor secundario que haya trabajado con Scorsese, es la que, hasta ahora, es la última de su carrera. La que lo sacó de su retiro autoimpuesto. Como el mafioso Russell Bufalino, Pesci deja a atrás su explosividad característica por un rol sutil y hasta disminuido, en línea con el tono de elegía que tiene El Irlandés, una suerte de réquiem para las películas de mafiosos. Una figura llena de poder que, por alguna razón, está siempre con ojos tristes y proyectando melancolía. Puede ser derechamente la mejor actuación que haya invocado Scorsese en toda su carrera.

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