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Argentina 1985: Memoria, verdad y justicia

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Por Matías de la Maza.

¿Cómo se funda (o mejor dicho, reconstruye) la paz social? Esa es una de las preguntas en el corazón de Argentina 1985, la película trasandina del momento y quizás del año, ovacionada en Venecia y es la carta argentina para postular al Oscar a Mejor Película extranjera.

No es la pregunta más fácil de resolver. Sobre todo si la sociedad que necesita responderla viene de una de las mayores fracturas y heridas que puede sufrir cualquier país: una dictadura.

La historia real, disponible en algunas salas y en Amazon Prime Video, sigue el tenso proceso con el que la justicia argentina, a través del fiscal Julio Strassera (un siempre extraordinario Ricardo Darín), decidió perseguir en un tribunal civil a los responsables de su dictadura cívico-militar, liderada por Jorge Videla, tan sólo meses después de su fin, en 1983. Fue la primera vez que la justicia ordinaria, en cualquier parte del mundo, procesaba a militares por crímenes contra la democracia.

Argentina 1985

El Strassera de Darín asume la tarea a regañadientes. No por su trasfondo ideológico, deseoso de ver pagar a los responsables del régimen, sino por cinismo. Después de todo, algo olía a trampa. ¿Cómo iba a ser posible que quienes tenían el poder hace tan poco fueran a la cárcel? O la cosa terminaba en un perdón que hiciera de todo el proceso judicial un montaje, o en un nuevo levantamiento militar. ¿Pero un final feliz? Imposible. No es extraño que después de décadas donde la justicia fue una excepción, el pesimismo fuera la norma.

Una tarea que se veía como imposible y para la cual Strassera no tiene el equipo más convencional. Mal que mal, la mayoría de los fiscales no quieren tener nada que ver con el posible fiasco. Y los que sí, Strassera y el dramaturgo Carlos Somigliana (Claudio Da Passano, tremendo) los dividen en dos grupos: “facho” y “refacho”.

La sorpresiva arma secreta para Strassera llega en la forma de Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani), al que el veterano abogado recibe igual que la misión de fondo: a regañadientes. Más joven, más idealista y lo más curioso de todo, de familia militar, Moreno Ocampo es en muchos sentidos la antítesis de Strassera. Pero también es el de la idea que sería clave en llevar la causa adelante: si los viejos pesos pesados no estaban dispuestos, entonces sólo quedaba armar un equipo joven. Rostros con un mínimo de experiencia y muchos recién graduados terminan siendo los encargados de encontrar justicia en un contexto hostil.

Argentina 1985

Argentina 1985 hace muchas cosas y prácticamente todas bien. Es entretenida y atrapante como un drama legal sorkiniano (tipo Cuestión de Honor o El Juicio de los 7 de Chicago), es una plataforma para grandes actuaciones, es una comedia en medio de la tragedia (a pesar de lo sensible de la temática, los argentinos encuentran la forma de colar mucho humor en la historia) y es un ejercicio de memoria histórica. En uno de los momentos más extraordinarios de la película, Strassera, Moreno Ocampo y todos los personajes principales son olvidados un rato para dar prioridad a los testimonios de las víctimas. El silencio, tanto del tribunal como de la sala de cine, mientras se relatan las atrocidades de la dictadura argentina es estremecedor.

Ahí es donde la película comienza a responder su pregunta base. Quizás, el primer paso para reconstruir la paz social tras una fractura profunda es escuchar. En parte, la labor de la fiscalía argentina era convencer a una parte de la sociedad escéptica, sea por razones ideológicas, por conveniencia o simplemente por miedo, de escuchar la voz del sufrimiento y las víctimas de los crímenes del Estado.

Argentina 1985

El peso de la historia se siente en Argentina 1985. Un país que había vivido buena parte de la segunda mitad del Siglo XX en dictadura tenía que definir cómo seguir adelante. Strassera y su equipo fueron fundamentales en esa definición, a pesar de no estar convencidos de que el resultado fuera satisfactorio. Sólo con la esperanza de poder construir una nueva paz social. Una centrada en, como lo dice el mismo fiscal, tres conceptos clave: memoria, verdad y justicia. La experiencia de verlos si quiera intentar llegar a eso es sencillamente extraordinaria.