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¡NOP!: terror, espectáculo y homenajes a Spielberg en una de las películas más inteligentes del año

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Por Matías de la Maza. 

Jordan Peele es protagonista de una de las reinvenciones más radicales de Hollywood. Hasta 2016, el realizador era conocido principalmente por su faceta cómica, sobre todo por ser co-creador y co-protagonista del influyente programa de sketches Key & Peele (2012-2015). Pero llegó 2017 y lo cambió todo: su debut como director, ¡Huye!, fue de las películas más taquilleras y elogiadas del año, con la comedia pasando a segundo plano (aunque siempre presente) para transformarse en un realizador de terror. La cinta fue nominada a cuatro premios Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Director, y le valió al realizador la estatuilla a Mejor Guión Original.

Peele desde entonces ha sido sinónimo de un terror ambicioso, con la capacidad tanto de entretener como de estimular el pensamiento. Universal, el estudio con el que tiene exclusividad, ha calificado su trabajo como “thrillers sociales”, suspensos que colocan un espejo incómodo ante la realidad estadounidense. En ¡Huye! esa realidad era el racismo, en su segunda película, Nosotros (2019) era el privilegio y en ¡NOP!, su tercera cinta, recién estrenada en los cines chilenos, la atención de Peele va hacia el mundo del entretenimiento.

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La historia sigue a los hermanos OJ (Daniel Kaluuya, reuniéndose con Peele tras ¡Huye!) y Em (Keke Palmer), presuntos descendientes del jinete afrodescendiente que protagonizó la primera imagen en movimiento (dando el puntapié a la industria del cine) y herederos de un rancho que entrena caballos para producciones de Hollywood.

El padre de ambos falleció recientemente en un bizarro accidente y el negocio va en decadencia, lo que obliga a OJ a vender varios de sus animales a Jupe (Steven Yeun), un exactor infantil, testigo de un oscuro evento durante sus años frente a las cámaras, y que ahora tiene un mini parque temático ambientado en el Lejano Oeste, mientras sigue explotando recuerdos de la serie que lo lanzó a la fama.

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Entonces, aparecen los problemas: algo en el cielo comienza a perturbar a los caballos e, incluso, hacerlos desaparecer. A todas luces, pareciera ser un platillo volador. Para los hermanos, es la oportunidad perfecta para registrarlo en cámara y hacerse famosos. Para Jupe, la chance de transformar otro evento potencialmente terrible en entretenimiento y dinero.

En cada una de sus películas, Peele juega con múltiples géneros e influencias cinéfilas que permean sus historias de terror. Aquí, el western y la ciencia ficción dicen presente, pero no hay ninguna influencia más clara que Steven Spielberg. El presunto platillo volador que sirve como antagonista saca más de una lección del manual de Tiburón, Jurassic Park y Poltergeist (todos sabemos que la dirigiste tú, Steven, deja de hacerte el Larry) en cómo generar tensión, donde menos es más. Mientras menos muestres a tu monstruo, jugando con el sonido y la expectativa, mayor va a ser el impacto cuando realmente lo veas en acción.

Está de más decir también el rol importante que juega Encuentros Cercanos del Tercer Tipo en el estilo visual de ¡NOP!, que es, además, la película de mayor presupuesto y con la fotografía más imponente que haya hecho Peele (se filmó en IMAX y se recomienda verla en ese formato).

Pero quizás la mayor influencia Spielbergiana de ¡NOP! es la forma en que es la película más transversal y hasta “familiar” de Peele. A diferencia de ¡Huye! y Nosotros, pareciera que el director aquí apunta a estimular la imaginación, el sentido de asombro y sí, del miedo, de todos los espectadores posibles, sin importar su edad. Eso no significa que no haya escenas que puedan generar pesadillas en hasta los más duros: en específico, una secuencia bajo la lluvia está entre lo más aterrador que haya hecho el norteamericano en su carrera.

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Tampoco significa que Peele haya renunciado a la ambición temática de cada una de sus películas. Ni si quiera necesita ser sutil en su intención con esta trama. La cinta parte citando el Libro de Nahúm 3:6 del Antiguo Testamento: “Echaré sobre ti inmundicias, te haré despreciable, y haré de ti un espectáculo”.

La relación de explotación entre artistas y público con el concepto de entretenimiento es el eje central de la trama, que lleva a cuestionar como el dolor e incluso la tragedia pueden ser transformadas en espectáculo. Y más aún, como hay personas de sobra que están dispuestas a ver cómo otros son devorados por un tiburón o un tiranosaurio. O abducidas por un platillo volador. Es una relación que puede ser perversa analizada desde cierto prisma.

Como toda película de Jordan Peele, ¡NOP! es entretenimiento puro por dos horas. Pero, como es su marca registrada, después de salir del cine el director se las arregla para seguir en tu cabeza. Y es ahí en donde surge la pregunta: ¿Por qué somos adictos al espectáculo de ver a personajes pasarlo mal? Lo mejor: esa pregunta sólo llama a ver la película de nuevo.