Que hacer

‘Better Call Saul’ terminó rompiendo el ciclo y revelándose como una historia de fantasmas

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Por Ignacio De La Maza

(TODOS, PERO TODOS LOS SPOILERS SOBRE EL FINAL DE ‘BETTER CALL SAUL’ A CONTINUACIÓN)

La sabiduría convencional decía que la gran diferencia entre Jimmy McGill (Bob Odenkirk), el hombre que eventualmente se convirtió en el abogado criminal Saul Goodman, era la antítesis de Walter White (Bryan Cranston), el hombre cuyo imperio criminal destruyó todo a su paso en ‘Breaking Bad’. Verán, mientras que White se revelaba como un hombre cuya oscuridad estaba dentro suyo desde mucho antes de ser diagnosticado con cáncer terminal, burbujeando hasta encontrar una salida que le ofreció su entrada al mundo del narcotráfico; el buen Jimmy era, a cambio, un sujeto de aparente corazón noble cuya gran tragedia se centraba en su incapacidad de tomar la decisión correcta. De nuevo, eso decía la sabiduría convencional.

El final de ‘Better Call Saul’ y, en gran medida, su excelente última temporada, llegaron a complejizar esa narrativa. No por nada, es el propio White quien, en uno de los tantos flashbacks que marcaron el desenlace de esta saga en Albuquerque, le dice a McGill (ahora entregado a su alterego oscuro, Saul Goodman) “siempre fuiste así”. Más revelador aún es la devastadora confesión del propio Jimmy en la escena más emocionalmente intensa del capítulo ‘Saul Gone’: “Walter White no podría haberlo hecho sin mí”. A casi 15 años del estreno de ‘Breaking Bad’, el último episodio de su spin-off ‘Better Call Saul’ obligó a Jimmy, y a nosotros, confrontar la dura realidad de que nuestro abogado criminal favorito no solo no era un buen tipo, sino que jugó un rol fundamental, y voluntario, en las mismas atrocidades que revelaron a White como un monstruo.

Pero es aquí en donde Peter Gould, el creador del personaje de Goodman, introduce un último giro a la saga de ‘Breaking Bad’. En este Albuquerque-purgatorio en donde nadie parecía tener ni la voluntad ni la capacidad de escapar de sus peores impulsos, Jimmy McGill rompe el ciclo. Lo hace asumiendo las consecuencias de sus actos. Walter White no pudo, prefiriendo inmolarse en una ola de balas antes que enfrentar a la justicia. Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks) no pudo, sintiéndose tan lejos de la redención que se entrega totalmente a la clase de criminales despiadados que alguna vez persiguió, hasta que el más torpe de ellos le quita la vida. Gus Fring (Giancarlo Esposito) no pudo, demasiado enceguecido por su orgullo y su carácter despiadado como para darse cuenta que sus enemigos menos dignos podían provocar la caída del narcotraficante más infalible de Nuevo México. Y quién sabe si Jesse Pinkman (Aaron Paul) pudo: ‘El Camino’ es una coda tan confusa en su intención que es difícil llegar a una conclusión más profunda que ‘Jesse se escapó’. Pero Jimmy pudo.

Lo hizo, como cada vez que mostró señales de nobleza, gracias a Kim Wexler (Rhea Seehorn), un personaje que merece ser calcificado en los cánones de la ficción moderna. Cuando parecía que Jimmy seguiría el camino de entregarse a la oscuridad, habiendo usado su talento como abogado y su capacidad de manipulación para conseguir que el gobierno le ofreciera un insólito trato de solo 7 años de cárcel en una prisión de lujo (todo gracias a una anécdota horripilante en su distorsión de los hechos en donde Jimmy se pintó como otra víctima más de las maquinaciones de Walter White), un acto de sacrificio magnánimo lo hace cambiar de postura. Jimmy se entera que Kim confesó todos los detalles del encubrimiento de la muerte de su colega Howard Hamlin (Patrick Fabian), a cambio de nada, y es ahí cuando la verdad de toda su vida parece golpearlo en la cara.

Toda la vida de Jimmy McGill parece haber apuntado hacia la muerte de Howard Hamlin. Ese fue el momento en que sus todas sus jugarretas y estafas llegaron a consecuencias reales e ineludibles, el punto en donde lo que parecía ser una cruel broma gatilló una serie de coincidencias que provocaron que tanto Jimmy como Kim vieran los sesos de su rival ser desparramados en su propia sala de estar por el cruel Lalo Salamanca (Tony Dalton). Por supuesto que Kim, el verdadero corazón palpitante de toda esta saga, no pudo vivir con lo sucedido. Dejó todo atrás, desde su amor por la abogacía hasta al propio Jimmy, incapaz de pretender que nada había pasado luego de haber visto el resultado horripilante de sus andanzas. Por supuesto, sabemos que el señor McGill hizo lo contrario. Enfrentado con la posibilidad de asumir las consecuencias de sus actos, Jimmy redobló esfuerzos y se entregó absolutamente a Saul Goodman. Si ya había hecho algo imperdonable ¿Por qué no seguir en esa senda? Es la muerte de Howard la que básicamente gatilla toda la saga de ‘Breaking Bad’, con Jimmy convertido en Saul y en búsqueda de cómo aprovechar su eterna amoralidad para acumular el poder y la riqueza que consideraba que merecía, por cualquiera fueran los medios necesarios.

Kim Wexler SÍ era una buena persona que fue arrastrada por sus propios impulsos. Sin embargo, a la hora de los que hubo, enfrentó las consecuencias. No lo hizo intentando negociar un futuro menos punitivo, como Jimmy, sino que confesó su participación en el ocultamiento del asesinato de Hamlin como una expiación de sus pecados, llegando tan lejos como para entregarle una declaración jurada a la viuda de Howard que le permitía demandarla por todo lo que tiene. Es este gesto, tan insólitamente noble, tan libre de intereses personales, tan entregado, que finalmente rescata a Jimmy del abismo. Lo hace tarde, claro, cuando nuestro héroe ya lo ha perdido todo, desde el amor de su vida hasta todas las personas que lo querían hasta su última gota de orgullo (la policía lo encuentra, por fin, dentro de un basurero). Lo hace tras una vida de no saber cuándo parar. Pero lo hace. Para. Por fin. Logra salvar parte de su alma. En el estrado, en el momento en donde tiene la posibilidad de sellar su castigo menor repitiendo la misma mierda sobre cómo fue otra pobre víctima del imperio de Walter White, Saul Goodman muere y Jimmy McGill renace de las cenizas. Cambia su versión. Emulando el icónico discurso de White, quien demasiado tarde le confiesa a su esposa Skyler que “lo hice por mí”, Jimmy reconoce que su asociación con la red de narcotráfico más sanguinaria de Albuquerque fue sin presiones, producto de su voluntad propia y sed de poder. Exculpa a Kim de cualquier delito (una última mentira blanca) y logra garantizar que pasará el resto de sus días tras las rejas. Enfrenta las consecuencias.

Es aquí en donde cabe mencionar las múltiples referencias al concepto de viaje temporal que hay en el episodio. Ocurre en tres fascinantes secuencias de flashback, cada una con un personaje importante en el pasado de Jimmy, y cada una revelando aspectos esenciales tanto de nuestro protagonista como de su interlocutor. La primera, que abre el episodio, nos regresa a la odisea de Jimmy y Mike en el desierto por allá en la temporada 5. En medio de un pequeño descanso, Jimmy le pregunta a Mike qué haría si tuviese una máquina del tiempo. La respuesta del ex policía es pequeña y devastadora: Evitaría recibir su primer soborno, un pequeño acto de corrupción moral que lo terminó metiendo en un camino de muertes y desolación. Jimmy, por supuesto, buscaría cómo aprovechar su conocimiento de la historia para volverse multimillonario. La segunda escena nos ubica en un búnker subterráneo junto a Walter White, quien, siendo un hombre de ciencia y también un cretino de primera, se mofa de la noción de poder viajar en el tiempo, pero reconoce que su mayor arrepentimiento es haber abandonado la empresa que fundó en su juventud y que le habría traído dinero y poder (Jimmy y Walter son más parecidos de lo que creíamos). En esta ocasión, Jimmy sí es capaz de mostrar algo de consideración, pero su respuesta es trágica y patética: Volvería al momento en que, durante una de sus rutinarias estafas, se cayó y fracturó la rodilla.

La tercera, y quizás más desgarradora de todas, nos devuelve al comienzo de la serie, en una de las conversaciones entre Jimmy y su hermano Chuck McGill (Michael McKean). Es de esas interacciones que no me acordaba que extrañaba, por su dolorosa humanidad y su inherente tragedia: Ambos hermanos realizan gestos de evidente cariño el uno hacia el otro, pero ninguno parece ser capaz de reconocer el amor en estas acciones (Jimmy le trae víveres a su hermano, quien jura tener sensibilidad al electromagnetismo aunque solo está loco, mientras que Chuck le ofrece ayuda legal a su hermanito que recién comienza su carrera de abogado). Cuando Jimmy procede a irse, desestimando los intentos de Chuck por acercarse, su hermano le ofrece la clave de este final: “Nunca es tarde para volver atrás y enmendar el camino”. Por supuesto, en su mano tiene una copia de ‘La Máquina del Tiempo’ de H.G Wells.

Es decidor que, en su confesión en el estrado, Jimmy reconoce por primera vez el rol activo que jugó en el suicidio de Chuck, habiéndolo torturado psicológicamente y humillado de forma pública (al igual que hizo con Howard) hasta que su hermano decidió quitarse la vida. Cuando su abogado, perplejo, le dice que ‘eso ni siquiera es un crimen’, un estoico Jimmy responde ‘sí lo es’. Retrocedió y enmendó el camino. La terrible tragedia de ‘Better Call Saul’ es que no es una serie de ciencia ficción. Es un drama legal (a veces una comedia, a veces un western, a veces una épica saga criminal, y a veces una película de terror). Viajar en el tiempo no es posible en la vida real. Solo se puede asumir las consecuencias del pasado.

Finalmente, algo de optimismo. En camino a la prisión de máxima seguridad en la que, probablemente, pasará el resto de su vida, Jimmy es homenajeado por sus compañeros convictos, un breve pero emocionante recuerdo de que, en sus mejores momentos, Saul Goodman ofreció vigorosa defensa jurídica contra aquellas personas para las que el sistema de Justicia está diseñado para destruir. Y luego, cuando se le avisa que ha recibido una visita de su abogado, resulta ser Kim, quien le vuelve a decir ‘Jimmy’ y le comparte un cigarrillo, tal como lo hizo en el primer capítulo de la serie. Como todas las escenas post-‘Breaking Bad’ de ‘Better Call Saul’, esta secuencia está en blanco y negro… Excepto por la quemada del cigarro, un breve destello que sugiere tanto la reactivación de una chispa como la ceniza de una época pasada y mejor. Es bellísimo, y doloroso a más no poder.

Pero esa no es la última escena. La última escena es una despedida, una puerta semiabierta, y la realización de que toda esta saga de ‘Breaking Bad’, de lenta pero segura corrupción moral, de un Albuquerque que parece albergar a las almas más perdidas del planeta, es una historia de fantasmas. Tras un último gesto de complicidad, separados por rejas, vemos a Kim alejarse mirando directamente a Jimmy en el patio de la cárcel, quien eventualmente es ocultado por la perspectiva de la cámara, como un espectro desvanecido. Walter White está muerto. Mike Ehrmantraut está muerto. Gus Fring está muerto. Nacho Varga está muerto. Chuck McGill está muerto. Howard Hamlin está muerto. Y Saul Goodman está muerto. Pero Jimmy, bueno, Jimmy resucitó. En este mundo de espectros, de destinos ineludibles y de consecuencias fatales, un hombre volvió del otro lado. Y quizás, ahora sí, por fin, es el buen tipo que todos queríamos que fuese. El ciclo se quebró. Jimmy y Kim escaparon del purgatorio.