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‘Top Gun: Maverick’ es la clase de película que pensabas que ya no se hacía

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Por Ignacio De La Maza

Salgamos al paso de inmediato: Ninguno de nosotros pensaba que la secuela de ‘Top Gun’ (1986), una película que es básicamente una fusión profana entre comercial de perfume y sueño mojado armamentista, sería considerada la salvación del cine. Pero aquí estamos, en el año del Señor 2022, y cosas más extrañas han pasado. Lo cierto es que ‘Top Gun: Maverick’ no es solo mejor que su antecesora en todo sentido, sino que además es (utilizando jerga de la película) un pequeño milagro, una cinta enfocada, eficiente, técnicamente impresionante, con dramas humanos anclando a los personajes y algunos de los efectos prácticos más exuberantes que se hayan visto en pantalla. En una era en donde el entretenimiento cinematográfico se ha vuelto cada vez más predecible, plano y cínico, ‘Maverick’ representa un regreso a la época de blockbusters adultos y con sentido de entusiasmo y aventura.

Al centro de este milagro está Tom Cruise, un hombre que parece estar dispuesto a morir (a veces literalmente) para proteger al Séptimo Arte como una experiencia que te deje sin aliento. Su insistencia en mantener la acción lo más pura posible, descartando uso de pantallas verdes y construcciones digitales en favor de efectos prácticos y temerarios, es lo que hace de ‘Top Gun: Maverick’ una experiencia eléctrica. La entrega física del actor, un inexplicable Adonis de 59 años cuya mera existencia parece desafiar las leyes de gravedad, informa todos los procedimientos de la película, que incluye algunas de las escenas de combate aéreo más alucinantes que se hayan visto en el cine y secuencias de acción tan expertamente construidas que te pillarás con la boca abierta de forma involuntaria durante sus implacables 130 minutos de duración.

¿De qué va la trama, preguntas tú? Da un poco lo mismo. Tal como no vas a ver una ‘Misión Imposible’ o una ‘Mad Max’ por la narrativa, ‘Top Gun: Maverick’ es primero que nada una película de piel, de sentimiento y víscera. Lo que no significa que su historia, por más llena de clichés que esté, no sea contada con destreza. A más de 30 años de los eventos de la ‘Top Gun’ original, ‘Maverick’ encuentra al personaje titular, Pete ‘Maverick’ Mitchell (Cruise), sigue siendo un piloto temerario, que nunca ha ascendido de su rango de capitán en la Marina por su comportamiento osado. Cuando es ordenado a regresar a la escuela Top Gun, esta vez como profesor para entrenar a una nueva generación de jóvenes en una peligrosa misión, Maverick se ve obligado a confrontar sus decisiones y su legado, incluyendo la muerte de su ex compañero Goose (Anthony Edwards).

Es aquí en donde ‘Top Gun: Maverick’ encuentra una resonancia casi metatextual. Si nos ponemos ligeramente pretenciosos, podemos interpretar la película como una reflexión sobre el estado del cine: Múltiples personajes y situaciones le restriegan en la cara a Maverick que es una reliquia del pasado, un hombre cuya fecha de obsolescencia se acerca a paso raudo y que pronto será reemplazado por nuevas tecnologías que harán de sus servicios algo innecesario. El personaje encuentra redención no solo en su resistencia al paso del tiempo, sino que en su apertura a enseñarle a otros cómo se hacían las cosas impresionantes de antaño. Esta generosidad de espíritu separa a la cinta de otras ‘secuelas legado’, rehusándose a ser una simple dosis de nostalgia, y a cambio reconociendo los efectos del paso del tiempo.

top gun maverick

Cruise comparte el foco con nuevas generaciones de actores que parecen verse envalentonados con su respaldo: Miles Teller recupera algo de ese carisma de estrella interpretando al hijo de Goose, quien se suma a los entrenamientos de la misión suicida y despierta viejos traumas en Maverick. Glen Powell es realmente efectivo como Hangman, el clásico personaje al que le quieres pegar un combo en la cara todo el rato. Incluso rostros establecidos, como Jon Hamm y Jennifer Connelly, encuentran notas de gracia en sus papeles como un endurecido almirante de Marina y como el nuevo interés romántico de Maverick, respectivamente. Pero ninguno de estos personajes pintorescos serían de mucha notoriedad si el guion, coescrito con el frecuente colaborador de Cruise Christopher McQuarrie, no supiera como tocar las teclas emocionales precisas en medio de tanto espectáculo aéreo. Un cameo del legendario Val Kilmer, repitiendo su rol como Iceman, termina representando el corazón palpitante de la cinta, en una secuencia minimalista y devastadora que da plena cuenta de que los protagonistas de esta saga ya no son jóvenes promesas sino que veteranos que tienen que darle espacio al futuro.

Lo lindo de ‘Top Gun: Maverick’ es que también deja en claro que ese futuro no tiene por qué ser mediocre. El director Joseph Kosinski (‘Tron: Legacy’, ‘Oblivion’) hace el mejor trabajo de su carrera en una trama que funciona como una máquina bien aceitada y aún así encuentra múltiples posibilidades de sorprender. La acción es frenética pero elegantemente coreografiada, y la decisión de usar efectos prácticos (incluyendo la arriesgada apuesta de poner a los actores en genuinas cabinas de avión y filmarlos a múltiples metros de altura) hacen que cada momento en que los personajes están en el aire se sienta como que te acaba de pegar un rayo. Es el cine como experiencia física que múltiples películas de superhéroes y grandes franquicias han sido incapaces de replicar.

Precisa en donde su antecesora era excesiva, emotiva en donde su antecesora era confundida y dispersa, y alucinante en donde su antecesora era incoherente, ‘Top Gun: Maverick’ no solo supera a la ‘Top Gun’ original en todo sentido, sino que es una clase magistral sobre cómo hacer cine vibrante, urgente y, por sobre todo, apasionado, en una época de algoritmos, efectos visuales planos y falta de fineza narrativa. Su acción es balanceada con dramas humanos y adultos, sus personajes son memorables, su historia está bien contada. Es quizás la mejor película de acción de alto presupuesto desde ‘Mad Max: Fury Road’ (2015), otra secuela que encontraba formas de elevar el arte en base a elementos conocidos. Al igual que Tom Cruise, santo patrón de la pantalla grande como un lugar en donde cosas mágicas suceden, es simplemente un milagro.