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‘Station Eleven’: Una serie postapocalíptica para enterrar a las otras series postapocalípticas

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Por Ignacio De La Maza

Hay una posibilidad no menor de que creas saber de qué va ‘Station Eleven’. O sea, de buenas a primeras es OTRA serie (o película, o libro, o audioficción, o lo que sea) postapocalíptica, OTRA acerca de un virus que elimina a la mayor parte de la población, OTRA acerca de personas intentando aferrarse a su humanidad tras perderlo todo y en medio de un mundo devastado y hostil.

Sí, hay una posibilidad no menor de que creas saber de qué va ‘Station Eleven’. La cosa es que no sabes. No tienes idea. Yo tampoco la tengo. Y eso la hace una de las mejores series que se hayan estrenado en pandemia. ‘Station Eleven’ toma un escenario que para todos es familiar (algunos podrían argumentar que lo estamos viviendo) y hace algo realmente especial con eso.

La cosa dice así: Un reconocido actor (Gael García Bernal) fallece en plena interpretación de ‘Rey Lear’ en Chicago, producto de un infarto. El primero que intenta socorrerlo es un miembro del público, un deprimido periodista cultural que intenta resucitarlo pese a no tener entrenamiento médico. No puede salvarlo, pero a cambio entabla una atípica amistad con una niña actriz, parte de la obra y admiradora del fallecido. La cosa es que, justo cuando intenta llevar a la pequeña a su casa, se entera de la noticia de que el mundo se está acabando producto de un contagioso y letal virus. El joven acude con la chica donde su hermano, y los 3 se enclaustran en su departamento a la espera de más noticias… 20 años más tarde, la niña es parte de un grupo de actores que circula por el Lago Michigan interpretando obras de Shakespeare a los pocos afortunados sobrevivientes de la pandemia.

station eleven

Todo eso es recién EL PRIMER CAPÍTULO, pero créanme que ‘Station Eleven’ maneja sus múltiples puntos de trama con elegancia, madurez e ingenio visual. Entre medio de la narrativa, que salta entre pasado y futuro (a veces sin previo aviso), está también la historia del mejor amigo del fallecido actor, cuyo sentimiento de fracaso juega un rol fatídico en el apocalipsis; la de su ex mujer, una joven ingeniosa pero peculiar que antes de la pandemia escribió una novela gráfica que le da nombre a la serie y que resulta tener un impacto inesperado en este mundo devastado; la del propio actor, un hombre talentoso pero solitario que une de alguna manera a todos los personajes de la serie, y la de su único hijo, un niño que crece para convertirse en una figura magnética pero perturbadora.

Al centro de todo está la novela gráfica en cuestión, ‘Station Eleven’, un texto del cuál se produjeron solo unas pocas copias pre-pandemia pero que llega a convertirse en una especie de piedra angular del mundo post-virus. La historia sobre un doctor espacial atrapado en un bucle de tiempo se convierte para la protagonista en un cable hacia una vida que apenas conoció, un último vestigio de aquellos que ya no están. Para otros… Bueno, como a veces pasa, resulta ser algo bastante más siniestro, y los inspira a hacer cosas aterradoras.

Esta dicotomía pone el acento en uno de los temas centrales de la serie: Las brechas generacionales y las formas radicalmente distintas de ver el mundo entre adultos y jóvenes. En  ‘Station Eleven’, los menores ven con sospecha a sus mayores, considerándolos demasiado traumados y atrapados en el pasado como para construir un nuevo paradigma. Aquellos que alcanzaron a vivir el apocalipsis, por su parte, ven con preocupación a una generación de jóvenes demasiado ansiosa por dejar el pasado atrás en vez de aprender de él.

Lo que hace a ‘Station Eleven’ destacarse de tanto otros dramas post-apocalípticos es su perspectiva radicalmente distinta. Esta no es una serie sobre la deshumanización en tiempos de crisis ni sobre la reconstrucción social ante un evento devastador. ‘Station Eleven’ es por sobre todas las cosas una meditación sobre el arte y la memoria, planteando pregunta sobre por qué la expresión cultural sobrevive cuando todo lo demás se desmorona, por qué vemos necesidad en la representación de nuestras emociones y nuestro entorno, y la influencia insospechada que puede tener una obra artística dependiendo de a quién se le expone.

Es también una serie de infinita empatía. En donde otras ficciones similares buscan crueldad, ‘Station Eleven’ encuentra una humanidad casi incómoda en cada uno de sus personajes. La protagonista, Kirsten (Mackenzie Davis en su adultez), es una mujer compleja, capaz de ternura en un segundo pero de una brutalidad extrema en el otro. Ha visto cosas y está profundamente dañada por los eventos de su infancia, los cuales solo se esclarecen a medida que avanza la serie, pero su viaje no está basado exclusivamente en su trauma. Hay amor dentro de Kirsten, lealtad profunda a la familia adoptiva que la recibió cuando todo parecía perdido y que le enseñó que esta nueva realidad podía ser enfrentada de una forma más sensible que la violencia y la desconfianza.

Hasta los ‘antagonistas’ de la serie (si es que se les puede llamar así) no son monstruos caricaturescos, sino que personalidades cuyas experiencias y pérdidas ofrecen un entendimiento, por más perverso que sea, sobre la inclemencia de sus actos.

Más impresionante aún es el cauteloso optimismo de la serie. ‘Station Eleven’ debe ser una de las pocas obras sobre el fin del mundo que se acerca a plantear que las cosas están… ¿Quizás mejor de lo que estaban antes? Sí, ya no hay sociedad, gobiernos, luz eléctrica o internet, pero se mantiene un sentimiento de comunidad, compañerismo y creatividad. Claro, se mantienen egos mezquinos y conflictos de poder, pero también es frecuente encontrar ejemplos de personas que aprovecharon la desgracia para encontrar un nuevo compromiso con sus compañeros seres humanos, una necesidad más grande y virtuosa de mantener la bondad viva.

Basada en el libro del mismo nombre del 2014, ‘Station Eleven’ es adaptada por Patrick Sommerville (‘Maniac’, ‘The Leftovers’) con ingenio visual y ambición narrativa. Las líneas temporales se entrecruzan, fragmentan y distorsionan, evidenciando lazos temáticos entre sus distintas historias a tal punto que pareces estar viendo uno de esos mapas conceptuales en donde cada elemento tira puentes hacia todo lo demás. El tono se pasea entre la melancolía y el humor surrealista, con pasajes de genuina jovialidad entre la precariedad. Los personajes se sienten como de carne y hueso, dolorosos en sus falencias y falta de visión, conmovedores en su necesidad de conexión. La dirección tiende a enfatizar lo punzante y remecedor que puede ser un recuerdo enterrado, una postal desvanecida, una herida abierta y una carcajada pasajeros. La única otra serie reciente que recuerdo que haya hecho de la esperanza y la desolación algo tan intrínseco, con semejante espíritu postmodernista en su puesta en escena, es precisamente ‘The Leftovers’ (también de HBO), en donde Sommerville actuó como guionista. Al hombre le gusta encontrar belleza en los momentos más bajos.

Al final, todo se resume a cómo le tratas de dar sentido a una vida de experiencias, recuerdos, traumas y risas, fracasos y triunfos. Para ‘Station Eleven’, la respuesta está en traducir esas vivencias en algo más grande que nosotros mismos. Algo que le podamos mostrar al resto. Algo que transforme una situación particular en algo universal y acorte las brechas entre personas de perspectivas distintas. O sea: Arte.

‘Station Eleven’ está disponible en HBO Max’.