Más Que Un Pitch: El Podcast

Fundadora de Sofás Ángela Restrepo: “Ahora tengo el mejor de los mundos”

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En Más que un Pitch, conversamos con la fundadora de Sofás Ángela Restrepo, empresa que ofrece muebles de diseño único y personalizados donde puedes elegir las medidas, el estilo e incluso la tela dentro de una amplia selección.

Para comenzar, Restrepo compartió su historia, detallando cómo emigró de su país para llegar a Chile: “Cuando decidimos dejar Colombia, asumimos que siempre seríamos extranjeros en cualquier lugar al que fuéramos. Elegimos Chile de manera consciente, pero nuestra prioridad era que nuestros hijos, que en ese entonces tenían uno y tres años, crecieran como locales. Así lo hemos logrado: ellos son completamente chilenos, tal como deseábamos”.

Restrepo continuó: “Cuando llegamos, mi esposo ya tenía trabajo, así que ese aspecto estaba resuelto. Desde el principio, decidí que mi primer objetivo sería hacer amigos. Me dediqué un año completo a ello, y todavía conservo amistades de ese primer año en Chile. No llegamos con la idea de estar un tiempo breve y luego irnos; veníamos con la intención de quedarnos y echar raíces. Por eso, me tomé la tarea de construir relaciones como un verdadero trabajo”.

Luego de pasar tiempo en nuestro país, como pareja toman la decisión de emprender en un negocio que ya conocían en Colombia: “Después de un tiempo, mi esposo decidió que quería abrir un negocio de sofás en Chile, ya que teníamos experiencia en este sector en Colombia. Mis padres importaban telas para decoración, y desde que era muy pequeña, siempre estuve involucrada en el negocio familiar (…) mi esposo contactó a los mismos empresarios extranjeros con los que había trabajado antes. Les propuso montar una ensambladora de sofás en Santiago. Ellos vinieron a Chile, nosotros fuimos a su lugar y nos enseñaron todo: nos dieron los planos y nos mostraron cómo fabricar los muebles. Traíamos de Estados Unidos solo las fundas cortadas y cosidas, y aquí nos encargábamos de armar todo el esqueleto siguiendo sus especificaciones. Ellos nos ayudaron a montar la planta”.

Ángela estaba cumpliendo su objetivo, pero le faltaba un lugar para instalarse de manera fija: “Mi sueño siempre había sido tener una tienda. Un día, pasé por Kennedy y vi una casita pequeña que se arrendaba. Llamé, y me dijeron que la estaban alquilando a un precio muy bajo porque en cualquier momento iban a derribarla. Así que decidimos empezar allí: era una casa sencilla, pero comenzamos a poner los sofás de la empresa extranjera y algunos productos en los corners de Falabella. El negocio de la tienda, que inicialmente era un proyecto secundario, empezó a despegar porque yo estaba muy feliz. Disfrutaba enormemente haciendo combinaciones y atendiendo a la gente; ese es mi mundo, lo que realmente me gusta. Aunque no estaba completamente satisfecha con la mezcla de productos que ofrecía, sentía que no me encantaba al 100%. Poco a poco, me fui atreviendo a hacer cambios y modificaciones para mejorar lo que estaba ofreciendo”.

Pasaron años y cómo le habían advertido, la casa fue solicitada para ser derrumbada: “El negocio creció más de lo que esperábamos, ya que la fábrica resultaba demasiado grande para un solo punto de venta. Al poco tiempo, como a los dos años, me pidieron la casa, así que me mudé a una casa compartida en Nueva Costanera. Estando ahí me llamaron del Parque Arauco, que acababa de abrir su piso de diseño. Estaba sorprendida, y me dijeron que habían realizado un estudio de mercado que indicaba la necesidad de una buena oferta de muebles tapizados en ese piso. El estudio mostró que yo era la mejor alternativa. Me ofrecieron un local reformado, espectacular, con un contrato de arriendo 100% variable, lo que me pareció increíble”.

Instalaron la tienda, pero la empresa fabricante de productos quebró, por lo que Restrepo pasó a tener mayor responsabilidad en el negocio, lo que fue muy desgastante para ella: “Mientras tanto, la empresa extranjera con la que trabajábamos quebró. Sin embargo, yo ya había comenzado a desarrollar muchos productos por mi cuenta. Empecé a trabajar con el maestro en nuevos diseños, y creé mi primer sofá, completamente desarrollado por mí. A partir de ahí, comencé a trabajar sola, desarrollando productos y creando una colección de telas que me gustara más, con un nivel más alto. Al entrar al Parque Arauco, sentí una gran responsabilidad, ya no era la tienda pequeña de Nueva Costanera donde podía cometer errores. Sabía que tenía que asumir una gran carga y compromiso”.

Fue tanto el éxito que esto los llevó a inaugurar más tiendas: “Abrimos nuestra tienda en el Portal La Dehesa en diciembre de 2009, y en febrero de 2010 ocurrió el terremoto. La tienda, que acababa de inaugurar, se derrumbó literalmente: no tenía techo ni paredes, y los sofás flotaban. Fue devastador. Aunque el Portal De La Dehesa no recibió mucha gente, nuestra tienda estaba en el segundo piso y solo se podía acceder por una escalera mecánica. Perdimos mucho dinero durante ese año, y al final, tuvimos que salir porque no podíamos sostener los costos. Sin embargo, al año siguiente, seguimos sin esa tienda, pero nuestras ventas seguían creciendo y yo me sentía tranquila porque el negocio seguía avanzando”.

Eso último, al parecer, era solo un espejismo, porque su pareja revisó las cuentas y habían algunas discordancias en las cifras del negocio: “Mi marido comenzó a notar discrepancias en los números y nos dimos cuenta de que la empresa no iba bien, estaba casi en quiebra. Tuvimos que despedir al gente y, a partir de ahí, me trasladé a la fábrica, donde mi trabajo diario era resolver problemas. Estaba en la fábrica todos los días, desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche. Lo que menos me gustaba era enfrentarme a situaciones difíciles, como hablar con los proveedores y decirles que no podía pagarles de inmediato, o tomar decisiones complicadas sobre pagos de impuestos y deudas. Estaba tratando de sobrevivir en medio de una crisis enorme. Luego, nos vimos obligados a desocupar la bodega de la fábrica, que nos vendieron, y ahí le dije a mi marido: “Hasta aquí llegué, renuncio. Vamos a perder lo que haya que perder, pero yo no soy capaz de mover una fábrica y no quiero seguir.”

Tras salirse del negocio, sus fieles clientes la obligaron a reabrir una tienda, pero con nuevo esquema y funcionamiento, lo que le ha traído buenos resultados hasta el día de hoy: “Los clientes seguían insistiendo en que regresara, así que decidí que no volvería a tener una fábrica, pero quería empezar de nuevo. Hablé con tres de mis maestros y les propuse un nuevo esquema. Comenzamos poco a poco, trabajando con tapiceros externos. Mi marido tenía una oficina en un segundo piso, así que saqué el sofá que tenía allí, lo reemplazó por uno de mi casa, conseguí algunas muestras de tela, y comencé a atender desde un rincón de su oficina. Decidí crear una nueva página web bajo el nombre Sofa Gallery y, a pesar de las dificultades, seguí adelante. Los pedidos seguían llegando, y mi negocio fue creciendo”.

Restrepo culminó: “El trauma de la fábrica no se ha repetido, y ahora tengo el mejor de los mundos. Después de pasar por varios talleres, hice una asociación con una persona que trabajaba conmigo, una joven venezolana que admiro profundamente por su empuje y lealtad. Juntas creamos un modelo en el que ella tiene su propio taller, que yo ayudé a montar y financiar, y trabaja exclusivamente para mí. Ella se encarga de la producción, que realiza de manera impecable, mientras que yo me encargo de las ventas y el desarrollo de productos, que es lo que más me gusta. Esta combinación de roles, donde cada uno se enfoca en lo que mejor sabe hacer y ha funcionado de maravilla”.

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