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Santiago y Sofía Achurra de Fundo Requingua: “Nosotros queremos seguir haciendo que nuestros productos sean de tradición y calidad”

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En Más que un Pitch, conversamos con Santiago y Sofía Achurra de Fundo Requingua, una destacada empresa chilena que elabora productos tradicionales del campo como dulce de leche, pan de Pascua y mantequilla, todos basados en recetas familiares. Fundada en 1960, esta empresa tiene su sede en una histórica casona ubicada en la comuna de Sagrada Familia, en la región del Maule.

Por los inicios, Santiago contó que “nuestra historia comienza en 1964, cuando empezamos a producir manjar, una tradición que lleva más de 60 años. Pero el origen se remonta aún más atrás, a 1940. Mi madre, una mujer trabajadora y admirable, crió a doce hijos junto a mi padre en tiempos difíciles. A pesar de las dificultades, esos años están llenos de buenos recuerdos y del esfuerzo incansable de nuestra madre por sacar adelante a nuestra familia”.

Tras esto, continuó: “Mi madre comenzó una pequeña actividad en el campo, elaborando mermeladas, manjar blanco y otros productos. Me emocionaba verla, especialmente después de la comida, cuando salía al patio de la casa a trabajar en estas preparaciones. Tenía solo nueve años y, de todos mis hermanos, era el único interesado en lo que ella hacía. La acompañaba y observaba con fascinación cómo iba dando forma a esta pequeña industria familiar”.

Por cómo se introdujo en este negocio que comenzó su madre, explicó que a “lo largo de la vida uno va descubriendo su vocación. Siempre tuve interés y me fue bastante bien en el colegio. Luego estudié agronomía en la universidad, pero nunca perdí el vínculo con las industrias que mi madre desarrolló y que ella mantuvo activas con el tiempo (…) siempre me interesó la idea de elaborar productos, porque en el campo uno cultiva los frutos, pero muchas veces no sabe cómo venderlos ni transformarlos. Hoy, trato de transmitirles a mis hijos y nietos la importancia de ir más allá y de darle valor agregado a lo que producimos”.

Ese interés en el negocio de su madre fue más allá y en la década de los 60′ decidió formalizar esto en una empresa: “En 1964 decidí instalarme en Requingua. Comencé con una pequeña lechería, con 20 terneritas que compré. Al principio no sabía qué hacer con la leche, hasta que pensé: “Voy a hacer manjar, como lo hacía mi mamá”. Comenzamos en el patio de la casa, sin instalaciones adecuadas ni permisos sanitarios, porque en aquella época, cuando mi madre inició todo esto, no existían regulaciones como el IVA ni los permisos que se requieren hoy. Si lo miramos desde la perspectiva actual, habríamos sido completamente clandestinos. Pero así fue como empezamos (…) Con el tiempo, comprendí que era necesario dar un paso adelante. Por eso, construí un nuevo edificio equipado con calderas a vapor, capaces de mantener una temperatura uniforme de 125 grados. Sin embargo, en los años 80, la lechería comenzó a decaer debido a la apertura de los mercados, lo que nos obligó a adaptarnos a nuevas circunstancias. A pesar de los desafíos, hemos mantenido viva esta industria. Actualmente procesamos alrededor de mil litros diarios, aprovechando la experiencia acumulada a lo largo de los años. Hoy contamos con un producto estable y de alta calidad, que conserva la esencia de las recetas de nuestros abuelos”.

Sofía ingresa a la conversación y comenta cómo decide mantener esta empresa familiar: “El manjar, las mermeladas, los sorbetes… todo esto ha sido una parte fundamental de mi vida, y no quería que se perdiera. Quería asegurarme de que esta tradición continuara. El producto es de una calidad increíble y ha estado tan presente en mi vida que, puedo hablar por mis primos y mis hermanos, todos compartimos el mismo deseo de que esto siguiera. Así que un día, mi hermano y yo hablamos sobre ello y decidimos decirle a mi abuelo que estábamos interesados en continuar con el negocio. Fuimos a hablar con él en 2018, y estaba encantado. Nos dijo que estaba feliz de que quisiéramos seguir adelante, pero también nos puso algunas condiciones. Nos comentó que, dado que tenía más nietos, para evitar posibles celos, debíamos comprar el negocio”.

Tras adquirir la empresa y tener la posibilidad de crear productos más económicos, Sofía decidió mantener lo que había caracterizado a Requingua, pese a que esto tuviera un costo mayor: “Ahora, que llevamos ya cinco años, hemos tenido muchas oportunidades para hacer el producto más barato o algo que facilite su comercialización, pero no lo hemos aceptado. Nuestro objetivo es claro: no queremos comprometer la calidad. Queremos que este producto siga siendo una tradición, algo auténtico. Como dice mi abuelo, nuestras mermeladas siguen la misma receta que hizo la abuelita Julia. Ha sido increíble poder llegar al consumidor con un producto tan especial y auténtico, donde ojalá que mis hijos también puedan seguir adelante con esto y que la tradición perdure por muchos años más”.

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