“La Favorita”, Yorgos Lanthimos, y el arte de “pasarlo mal” en el cine
La nueva película del director griego, nominada a diez Oscar, puede ser una aberración para algunos. Pero la forma en que te sacude es digna de admirar.

Por Matías de la Maza.
Las cintas anteriores del griego Yorgos Lanthimos (45) nunca parecían tomar lugar en el mundo real. No sólo porque el argumento de algunas, como Langosta (2015), derechamente se desarrolla en un futuro distópico o en una realidad paralela, sino porque los diálogos son adrede escritos despojados de emoción y muchas veces de lógica, así como las actuaciones son dirigidas bajo esa misma “insensibilidad”, si se pudiera utilizar la palabra sin su contexto negativo natural.
Los mundos que ha creado Lanthimos son siempre exagerados y de estética absurdista. Ningún personaje pareciera ser una persona real y las situaciones son evidentes sátiras. Y aún así, sus películas te estremecen. Hay algo indudablemente real en ellas, detrás de sus capas de rareza. ¿Cómo lo hace para meterse debajo de tu piel cuando nada de lo que te presenta es parte del mundo que conoces?
Ahí está la magia. En el fondo, todas las películas de Lanthimos hacen sentido. En Doogtooth (2009), cinta que lo catapultó al estatus de promesa cinematográfica (y le valió una nominación al Oscar), contaba la historia de una familia que criaban a sus hijos hasta la adultez prohibiéndoles tener contacto con el mundo exterior, dinámica que va escalando en una pesadilla incestuosa y violenta. Pero si bien la premisa es ajena a cualquiera que la vea, el fondo no: lo que hace Lanthimos es explorar la familia como núcleo social, y cuestionar la idealización de ésta. Algo similar hace en El Sacrificio de un Ciervo Sagrado (2017), en donde cualquier rastro de moral de una familia perfecta se derrumba cuando son sometidos a una situación extrema.
En Langosta, presenta un mundo en donde las personas eran transformadas en animales si es que pasaban solteras más allá de 30 días. En el papel una estupidez, pero en ejecución es el análisis de otra institución social: la pareja.
Sus películas pueden variar en tono y trama, incluso en su temática de fondo: la perversión humana y la fragilidad moral; lo surrealista que puede ser la realidad. Una visión pesimista y negativa, pero que también incluye una extraña empatía. A través del lente, Lanthimos sabe que sus historias y sus protagonistas son una tragedia.
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Con todas esas características, es imposible que una película de Yorgos Lanthimos te haga “pasarlo bien”, en un sentido tradicional. Sus historias son angustiantes y casi siempre incluyen por lo menos un par de escenas muy difíciles de ver. Pero cuando ruedan los créditos, de forma paradójica, uno se siente distinto. Se siente bien.
Quizás ninguna película ejemplifica mejor ese proceso, el descender en una pesadilla de locura y perversión, y salir con el espíritu en alto, que La Favorita (actualmente en cines), cinta que actualmente está nominada a diez premios Oscar (la más nominada junto a Roma, de Alfonso Cuarón). La cinta sigue el reinado la Reina Ana (Olivia Colman) de Inglaterra, mientras dos mujeres (Rachel Weisz y Emma Stone) luchan por su favor, manipulando a la enferma monarca.
Nuevamente es una película que, a pesar de sus altas dosis de humor negro, angustia de principio a fin. Y es que en esta fábula de poder, ambición y sexo, nuevamente el director saca a relucir lo peor de sus personajes. Las mujeres son víboras, los hombres son ineptos, y la Reina es una tragedia andante, una que es desgarradora de mirar.
Pero Lanthimos lo consigue de nuevo. Luego de la mejor escena final del último año, aparece el convencimiento que, a pesar de no haber sentido ninguna emoción positiva, durante las últimas dos horas, lo que acaba de terminar fue una cinta brillante.
Mucho juega a favor de La Favorita para transformarla en la mejor cinta del griego: primero sus tres protagonistas entregan las actuaciones más virtuosas de la pasada temporada, un verdadero placer cinéfilo. Está también el guión, por primera vez no escrito por el director, lo que le entrega una nueva dinámica a su característico estilo, más aterrizado que nunca. Pero, por sobre todo, es quizás su cinta más real, y por eso la que más te remece. La mezquinidad de sus personajes, la envidia, el dolor, la corrupción. Todo es identificable, por más exagerados que estén las situaciones y los sentimientos.
¿Pero por qué querrías ir a ver algo tan oscuro, tan angustiante? Y es ahí donde aparece un antiguo debate. ¿Debe el cine ser “bonito”? ¿Ser siempre “agradable”? La realidad no siempre es bonita ni agradable. Un cine honesto nunca será siempre bonito ni agradable. Pero siempre te hará sentir. Y La Favorita te hace sentir. Mucho. Ninguna buena sensación, pero cuando finalmente aparecen los créditos, cuando te suelta, ocurre esa vieja tradición griega: la catarsis. El disfrutar del cine es también disfrutar cuando te hace sentir de forma así de intensa.
En una entrevista en diciembre a The Guardian, Lanthimos reflexionó sobre la palabra “provocador”, tan manoseada: “solía ponerme defensivo con ese término, pero me he dado cuenta que es exactamente correcta. Es exactamente lo que estamos tratando de hacer: provocar la mente y la discusión; sacudir a la gente para que empiece a pensar las cosas de forma distinta. Me interesa meterme con lo que es considerado la norma”.
Tanto cinematográficamente como en su intento de sacudir, La Favorita es un éxito rotundo. Uno se puede quedar con el cine con personajes admirables, con sentimientos nobles y con un propósito evidente. Es válido. Pero no saben de lo que se están perdiendo.