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Apuntes Panamericanos

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Por Matías de la Maza. 

Los Juegos Panamericanos de Santiago 2023 llegaron a su fin. Fueron dos semanas donde un evento que, según Cadem, hasta julio generaba poco interés, no sólo se transformó en el centro de la agenda noticiosa, sino que en un necesario bálsamo para el país.

Cuesta recordar otros 15 días donde el ánimo general de Chile se sintiera como de relajo, ánimo y buen humor. No es que los problemas se pausaran o desaparecieran, pero en nuestra atención también hubo espacio (y mucho espacio) para pasarlo bien, emocionarnos y celebrar en torno al deporte, uno de los mejores pegamentos del tejido social. Todo personificado además en lo que quizás fue la mascota deportiva más querida en la historia de nuestro país.

En época de polarización, enfrentamientos y un listado extenso de graves problemas que el país necesita resolver, el recordar que podemos hacer cosas bien y que nos unen queda, por lejos, como lo mejor de un 2023 complejo. Y nos deja mucho que pensar, así como una nostalgia de que haya acabado.

Lo bueno es que el 17 de noviembre comienzan los juegos Parapanamericanos. Y, por mientras, hay harto que sacar en limpio. Desde lo bueno, hasta lo que, sí o sí, hay que mejorar.

 

Cuando se quiere, se puede

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Quizás acostumbrados a que las cosas no salgan tan bien, y con la chambonada del Mundial de fútbol 2030 todavía fresca en la memoria, la organización de Santiago 2023 generaba temor en algunos (incluyendo quien escribe). Un traspié sería una mancha global en la imagen del país.

El tema es que el evento no podría haber superado más las expectativas. Una organización impecable que estuvo marcada por recintos repletos, buen ambiente y una grata valoración tanto del público como de los deportistas.

Que los recintos que se prepararon durante años hayan resultado de primer nivel no es sólo un alivio, sino que digno de aplaudir. Tanto en materia de ejecución, promoción y transmisión, Santiago 2023 demostró que Chile puede estar para grandes cosas en materia deportiva. Lo que partió como una idea loca, al final no lo es tanto: ¿Por qué no unos Juegos Olímpicos? ¿Eventualmente? Soñar en grande puede llevar lejos.

 

Interés existe (si sabes capitalizarlo)

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Si hace algunos meses los Panamericanos, entre todo lo que estaba pasando, parecían estar postergados en las prioridades sociales, hoy, tras el término del evento, pareciera que los juegos podrían haber durado un mes más y los estadios seguirían repletos para todas las disciplinas.

El atletismo llegó a convocar a 40 mil personas en el Estadio Nacional. El voleibol a 15 mil en el Movistar Arena, el fútbol a 20 mil en la Quinta Región, y varios otros recintos se llenaron con entre 1 mil y 5 mil asistentes. En promedio, Santiago 2023 superó en casi tres veces el promedio de público de Lima 2019.

La convocatoria demuestran que el interés del público por el deporte de alto rendimiento, incluso si no lo conocían de antes, existe. Es, sólo cosa, de capitalizarlo. Y para eso, hay que hacer las cosas bien.

Para eso, hay que partir de la base que los eventos estén bien organizados. A pesar de los múltiples recintos en ciudades distintas, no se viralizaron ni hicieron noticia problemas en los ingresos o malas condiciones. Y es que, salvo alguna excepción, no existieron. Si uno siente que va a ir a pasar un buen rato, las ganas de ir aumentan. Santiago 2023 entendió eso.

Otra lección importante, que debería ser una lección, está en el precio. Para la mayoría de los eventos, fueran fases preliminares o finales, el costo era accesible para la realidad de nuestro país. En la última década los eventos de esta magnitud nos han malacostumbrados a que, por su valor, permiten sólo que asista un público muy privilegiado dentro de la sociedad. Sean los conciertos con sus tickets carísimos o los partidos de fútbol, que cobran una ridiculez para el nivel de nuestro balompié.

Los Panamericanos demostraron que precios económicos llevan a recintos repletos. Un beneficio para el lugar, para los deportistas y para quienes tienen el interés de ir a este tipo de instancias, pero muchas veces el bolsillo no da.

 

Un espacio libre de violencia

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Quizás lo más valorable de todos los Panamericanos es como la violencia que ha permeado tantos espacios en Chile, estuvo completamente ausente. Eso demuestra que no es ni el deporte ni los eventos masivos los que atraen personas y conductas agresivas. Es el tipo de acciones que, lamentablemente, se ha normalizado en ciertos espacios (como el fútbol) los que terminan alejando a quienes quieren ir a disfrutar y alentar.

Por suerte, quienes fueron a los Panamericanos estuvieron lejos de esas postales que hemos visto en otros estadios. Un público transversal y familiar, que no sólo apoyó a los deportistas chilenos, sino que a todos quienes compitieron, sin importar su nacionalidad.

 

Cientos de nombres para conocer y recordar

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Hay nombres que más de uno ya habrá conocido antes, por sus participaciones en otros Panamericanos o incluso Juegos Olímpicos, como Kristel Köbrich, Francisca Crovetto, los cuatrillizos Abraham y los Primos Grimalt.

Hay otros que quizás habrán sido más familiares para quienes siguen atentamente el deporte de alto rendimiento nacional, como Martina Weil y Valentina Toro.

Y por último, están las historias que, para la mayoría, se dieron a conocer en estos juegos, como la de Santiago Ford y Tania Zeng.

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Es por nombrar algunos de las decenas, cientos de nombres cuyas historias conocimos y apoyamos en Santiago 2023. El evento fue una gran instancia para ponerse al día con el deporte chileno, que está pasando por un gran momento, como el récord de 79 medallas dejó en evidencia. Que el impulso sirva para seguir apoyando a estos nombres y buscar siempre más.

 

Que no se olvide

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Si hay algo que no hay que permitir, es que estos Panamericanos se olviden. Que sean un oasis de dos semanas en la realidad país y nada más. No sólo porque la infraestructura queda, el interés de la gente también, y hay que aprovecharlo para expandir el alcance del deporte en Chile; hacerlo costumbre, tanto en la formación como en la cobertura que se le da.

También, ojalá, la mentalidad y felicidad que significó Santiago 2023 perdure. Si hay una oportunidad para disminuir los niveles de polarización en el aire, es ésta.

 

El fútbol femenino necesita un remezón

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Fue el gran bochorno de estos Panamericanos: los errores inexcusables de la Federación de Fútbol de Chile, encabezada por Pablo Milad, y el cuerpo técnico de la Selección Femenina, liderado por Luis Mena, que dejaron a la Roja sin arqueras en el equipo para la disputa por el oro. El equipo perdió contra México, en un digno partido donde una delantera, María José Urrutia, debió jugar como portera. La medalla de plata conseguida fue histórica, pero fue empañada por la negligente gestión de las autoridades del balompié nacional.

No es un secreto que el fútbol chileno está en crisis, por rendimiento y organización. Pero todo eso es peor en el fútbol femenino. Un campeonato de pocas fechas, en condiciones menos que ideales, muchas veces sin mínimos requerimientos médicos y sin cobertura ni transmisión. Incluso para la Selección, que debería ser el desde en materia de cuidados y dedicación, sufre constantemente el desinterés por parte de la dirigencia, que tuvo al plantel concentrando en Santiago cuando los partidos eran en Viña y Valparaíso. Y ni se preocuparon de garantizar que hubiera arqueras para todo el campeonato.

La directiva del fútbol tiene que asumir su primera responsabilidad (y tener algo de vergüenza). Pero hay cosas en las que el resto podemos aportar. Primero, ver más fútbol femenino. No darles excusas a los clubes y dirigencias para decir que “no genera interés”. Porque el nivel de público en Viña y Valparaíso demuestran lo contrario. Segundo, cubrirlo más. Conversar más sobre éste, pedir que existan transmisiones, estar al día de nuestros equipos y selecciones. El balompié femenino lleva demasiado tiempo botado.