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Los Tres: El soundtrack de mi vida

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Por Yerko Salgado Donoso

Fue en 1995 la primera vez que escuché a Los Tres. Por coincidencia o destino agarré el video de He Barrido el Sol en la tele. Me enganché del tono de voz del vocalista, pensé en Lennon. Los encontré onderos, choros, distintos. De eso pasó largo tiempo sin escucharlos de nuevo. Solo me topaba con el video de vez en cuando en la Panasonic del living. 

En 1996, en la casa de un amigo de la infancia volví a escuchar esa misma voz que me llamaba la atención, la ondera, la del Álvaro. Ahora cantaba una canción de amor en guitarras de palo. Una balada bien ‘Beatle’, pensé. Lo que sonaba era Amor Violento en la versión Unplugged. Ese vecino-amigo, tenía el cassette recién salido del horno. Se lo pedí prestado y no paré de escucharlo día y noche. ¡Además traía cuecas! La entrada a un mundo desconocido pero que sonaba familiar. 

Para 1997, ya era fan. Había recorrido los primeros discos que por edad no conocía y me fueron llenando los oídos. Justo en ese año sale el Fome, uno de los mejores discos que ha parido la historia de este país. En eso no voy a debatir. En adelante mi historia con Los Tres cambia. 

Entraba a la adolescencia, ya tocaba guitarra. Sabía los acordes necesarios y me aprendí casi todo el Unplugged. Con los acordes que son. Mi papá, mi viejo; el Aldo, había entrado a trabajar hacía poco al Liguria. De noche. Al mítico. El de Manuel Montt. 

Los Tres eran parroquianos frecuentes, dueños de casa. En ocasiones mi papá entraba de madrugada a mi pieza en el departamento de Antonio Varas con Providencia a pedirme la guitarra porque “el Alvarito quería tocar en el bar”. Me la devolvía afinada y con la uñeta de regalo. Soñado. 

No me perdía las pruebas de sonido, por lo general a las 16:30, los tenía cerca. Los veía. Me conversaban. Me sentaba en la barra con una mechada italiana y una Fanta que me traía el Alfredo, “el Zalo” que en paz descanse. Y miraba todo, escuchaba todo. A mis ídolos musicales ahora los veía de cerca. 

También tuve la suerte, ¿o no? de ser testigo del fin de la banda que había seguido desde siempre. La que me acompañó por años, en la soledad, en fiestas, asados familiares, en los primeros amores: esos largos e intensos que perduran. Fue duro. Fui a todos los conciertos de despedida del antiguo Teatro Providencia. 

Han pasado 23 años de esos conciertos. La noticia de la “revuelta” me produjo una profunda emoción. Me aceleró. Me hizo volver a escuchar los discos, recordar decenas de historias y anécdotas que tenía guardadas. De la Yein Fonda. Esa que llovía en la Plaza Ñuñoa. Otras del cerro Santa Lucía y tantas otras. De bar, de asados, de casas, con amigos. Podría escribir un libro. Quizás un día lo haga, quizás no. Porque al final, eso son Los Tres: historia pura de Chile y de cada uno.