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El final de Succession: adiós a los Munsters

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Alerta: esta nota contiene spoilers sobre el final de Succession (obviamente).

Por Matías de la Maza.

¿Nos tiene que importar el final de Succession? Esa es la pregunta retórica que se hizo el New York Times en su análisis del último capítulo de la exitosa serie de HBO. Es una pregunta que el mismo periódico responde sin necesidad de leer el artículo: han realizado una extensa cobertura de la última temporada, incluyendo media decena de notas, reportajes y columnas sobre su final.

Obvio que a quienes nos gusta la televisión y las series, y sobre todo, esta serie, nos importa. A los medios que cubren este mundo, también. El final de Succession, sorpresivo ya que se anunció poco antes del estreno de esta cuarta temporada, es un hito de la pantalla chica.

Succession

A lo que se refiere el periódico norteamericano, una vez que se lee el artículo es al por qué nos importa el destino de estos personajes. El final deja en claro quien se queda con el trono de la empresa que estuvo en disputa desde el principio de la serie. Pero una vez que responde eso, deja apenas algunos segundos para mostrar las reacciones de cada uno de los protagonistas y, de ahí, los créditos.

¿Qué pasa después? ¿Hacia dónde van las vidas de los derrotados? ¿Cómo manejan su triunfo los ganadores? ¿Cómo quedan los hermanos Roy, con sus relaciones profundamente quebradas? ¿Se podrán reconciliar, como en otras ocasiones, a pesar de las traiciones?

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Un final más facilista, habría tenido un epílogo que despejara esas preguntas, o por lo menos que insinuara respuestas. Pero Succession se limitó a hacer lo que promete su título, mostrar quién es el sucesor del magnate Logan Roy (Brian Cox) a la cabeza de la empresa Waystar Royco, y termina. El creador y guionista de la serie, Jesse Armstrong, aseguró que la decisión de terminar la historia en ese punto es porque si bien evidentemente los personajes seguirán adelante con sus vidas, para bien o para mal, ya no nos interesa ese capítulo de su existencia. La lucha central de la trama ha terminado. Hay un nuevo rey. Hay nuevos plebeyos. Lo demás, a la imaginación.

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Lo que nos devuelve a la pregunta del New York Times: ¿Por qué nos importan estos personajes? A lo largo de cuatro temporadas, todos en la familia Roy y su círculo cercano demostraron ser personas horribles. Logan fue el gran villano; un padre abusador física y psicológicamente de sus hijos (y sus socios), un manipulador experto y un sociópata. Pero sus hijos, Connor (Alan Ruck) y sobre todo sus hermanos, Kendall (Jeremy Strong), Roman (Kieran Culkin) y Shiv (Sarah Snook) no fueron mucho mejores. A pesar de breves momentos de humanidad, generalmente se caracterizaron por ser un grupo de narcisistas egoístas dispuestos a traicionar a quien sea y cualquier ideal con tal de algo de poder. Sobre todo, dejar cualquier lealtad atrás con tal de complacer a su monstruoso padre.

El resto, lo mismo: Tom (Matthew Macfadyen), el marido de Shiv, fue una rata sin escrúpulos de principio a fin, capaz de todo con escalar en la pirámide de poder. El primo Greg (Nicholas Braun); una cucaracha sólo leal al dinero y al ser muy inepto en todo lo que hace. Ni hablar de detenernos en el sinfín de cargos ejecutivos de Waystar Royco y su permanente síndrome de Estocolmo, siendo presos por conveniencia de un jefe horripilante.

Sin embargo, nos importaron. Todos. Desde los protagonistas a los secundarios, en algún momento, recibieron nuestra empatía. Sobre todo los Roy. También, y ninguno se salva, en algún momento odiamos a algún personaje con nuestra alma. El tema es que ese cariño y odio podía variar de nombres capítulo a capítulo, o incluso dentro de un mismo episodio.

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Ese fue el triunfo de Succession. Que hizo que personas multimillonarias, egocéntricas, sedientas de poder y moralmente horribles nos importaran. Eso lo hizo a través de la dirección (sobre todo del gran Mark Mylod), los guiones de Jesse Armstrong y, sobre todo, la interpretación extraordinaria de su elenco.

Todo eso nos hizo encontrar la humanidad entre tanto monstruo. Kendall fue un narcisista que pensaba que merecía más de lo que tenía, completamente disociado de la realidad y sus múltiples fallas, pero también vivió toda su vida con la promesa de recibir una corona que nunca llegó, lo que lo fue quebrando poco a poco. Roman era un cretino, pero uno marcado por el abuso de su familia y múltiples traumas psicológicos. Shiv fue la peor hermana del mundo y una manipuladora a la altura de su padre, pero fue también un personaje marcado por ser la única mujer del clan en un mundo tremendamente misógino, que nunca le iba a dar las oportunidades de mostrar sus capacidades. Connor siempre fue… Connor. Hasta Logan tenía breves momentos de empatía. Y en el fondo, razón: ninguno de sus hijos tenía las habilidades de hacerse cargo de su (terrible) legado.

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Y, por supuesto, está Tom. Hermoso y horrible Tom. Uno de los personajes más complejos de la televisión reciente, con la capacidad de generar lástima y repulsión al mismo tiempo. Constantemente patético, pero por la necesidad de hacerse valer en un mundo donde es un pecado haber nacido sin dinero. O no necesariamente sin dólares, pero sin ser multimillonario. Eso lo llevó a ser uno de los personajes que más empatía podía despertar, así como odio por ser una víbora sin estándares, capaz de traicionar a su propia mujer por migajas de poder. Y esa actitud terminó con él en el trono. Como una marioneta de otro hombre más poderoso, pero encima de la familia Roy, cuyo apellido no bastó para mantener el poder. Por una vez, los de abajo ganaron. Aunque los de abajo hayan sido tan miserables moralmente como los de arriba.

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Logan, en el primer capítulo de esta temporada final, celebró lo que sería su último cumpleaños. Rodeado de aduladores y distanciado de sus hijos, refunfuñaba: “están todos los monstruos aquí. Conoce a los p***s Munsters. La referencia es a la serie de comedia homónima de mediados de los años 60, en donde una familia de literales monstruos, liderados por una copia de Frankenstein, vivían una vida suburbana típica en Estados Unidos. La ironía de la serie es que todas las criaturas, a pesar de sus apariencias, eran seres gentiles y honrados. Un aporte a la sociedad.

Los Munsters de Succession fueron distintos. Gente de carne y hueso que podían parecer normales, pero escondían sus monstruos en el interior. Y con sus acciones, probablemente hicieron del mundo algo peor para todos. Pero fueron nuestros monstruos, que mezclaron risas y sátiras con una historia digna de las tragedias shakespearianas. Quizás no nos tenga que importar que pasa con los Roy ahora que no los seguiremos en la pantalla, pero vaya que nos importaron por cuatro temporadas. Y los extrañaremos, en su infinita complejidad que nos hizo odiarlos y amarlos al mismo tiempo. Adiós a una de las mejores series de todos los tiempos.

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