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100 años de Warner Bros. en diez películas

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Por Matías de la Maza.

En abril de 1923, los hermanos Harry, Albert, Sam y Jack Warner (conocido cretino) fundaron los estudios Warner Bros. Tras una década dedicada a la industria del entretenimiento y al naciente mundo del cine, se radicaron en Hollywood y crearon lo que sería la casa y distribuidora de cientos de películas, muchas de ellas no sólo icónicas, sino que varias derechamente cambiaron lo que se entendía como el séptimo arte.

En la llamada “era dorada de Hollywood”, fueron considerados parte del “Big Five”; cinco estudios que dominaron la industria por décadas (junto a Paramount, Fox, RKO y MGM). Un siglo después, sólo Warner y Paramount se mantienen como estudios independientes. El resto desapareció, quebró o fue absorbido. Nuevos competidores surgieron en el camino (Disney, Universal, Sony, entre otros). Pero Warner Bros. sigue siendo sinónimo de cine y entretenimiento.

En honor a su primer siglo de existencia, a continuación hay una selección de las diez películas más icónicas del estudio; una por década. No necesariamente son las mejores, pero sí las que más marcaron la historia de una marca que ha resistido 100 años los vaivenes del mundo del cine.

El Cantante de Jazz (1927)

Warner

Si hubiera que seleccionar la película más importante en toda la historia de Warner, esta podría perfectamente en el primer lugar. Y es que El Cantante de Jazz es un antes y un después: fue la primera película con una banda sonora sincronizada a la imagen, y que contenía secuencias de diálogos y canto. Es decir, comenzó a enterrar el cine mudo e inició la era de las “talkies”: las películas sonoras. Casi 100 años después, se mantiene como quizás la innovación más importante en la pantalla grande.

Dónde verla: desde este año la película entró al dominio público, por lo que se puede ver gratis en Youtube

 

Las aventuras de Robin Hood (1938)

Warner

La década de los 30 fue una época de consolidación para Warner. No sólo sumó prestigio con su primer Oscar a Mejor Película con La Vida de Emile Zola (1937), sino que también se transformó en el semillero de las mayores estrellas de la pantalla: Bette Davis, James Cagney, Lauren Bacall, Errol Flynn y, en papeles secundarios, Humphrey Bogart (de quien hablaremos más adelante).

También, a través de sus dibujos animados como los Looney Tunes, se transformó en uno de los estudios clave en popularizar el Technicolor, complementando sus producciones en blanco y negro con otras de colores vibrantes. Uno de sus grandes éxitos en esa apuesta fueron Las aventuras de Robin Hood, no sólo un hito en el cine de (valga la redundancia) aventuras, sino que también el peak de la mejor época de Errol Flynn como un rebelde de la pantalla grande, haciendo uso además de una pareja icónica de los años 30, con Flynn colaborando por tercera vez con la legendaria Olivia de Havilland. El Technicolor comenzó a retroceder en los 40 con la baja en la popularidad de los musicales (antes de revivir en los 50), pero el no casarse con el género (y nunca dejar atrás el blanco y negro) permitió que Warner siguiera posicionada como una de las marcas más exitosas del cine.

Dónde verla: se puede arrendar en Apple. 

 

Casablanca (1942)

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En los años 40, Warner fue sinónimo de un nombre propio: Humphrey Bogart. Tras una década ligado al estudio en papeles secundarios (aunque algunos de ellos muy elogiados), fue en esta época donde Bogart saltó a los protagónicos con películas como El Halcón Maltés, de John Houston, y se transformó en una de las grandes leyendas de la era dorada de Hollywood. En los 40, fue el centro de una decena de clásicos, pero es difícil considerar a cualquiera de esas películas más relevantes que Casablanca. De la mano del director Michael Curtis (el mismo detrás de Robin Hood), la película sobre un romance imposible en la ciudad marroquí en el marco de la II Guerra Mundial es considerada virtualmente perfecta. Desde las interpretaciones de Bogart e Ingrid Bergman, hasta sus múltiples diálogos icónicos, su diseño de producción y su inolvidable banda sonora. Tres premios Oscar, incluyendo Mejor Película, cimentan su estatus de clásico.

Dónde verla: Está en HBO Max.

 

Un tranvía llamado Deseo (1951)

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Hasta 1951, Marlon Brando era prácticamente un desconocido para el público general. Su carrera había comenzado sin mucho brillo la década anterior sobre las tablas. Comenzó a hacerse un nombre cuando protagonizó de manera exitosa la obra Un tranvía llamado Deseo en Broadway en 1947, pero para 1950, no había dado el salto a la pantalla grande. Pero fue esa misma obra, en su adaptación cinematográfica, la que lo transformó en una estrella. Era apenas su segunda película, pero Brando, en el inolvidable papel de un hombre tan vulnerable como brutal en medio de un melodrama familiar con temáticas oscuras para la época, consiguió la primera de sus nominaciones al Oscar a Mejor Actor. Haciéndole frente al peso de la gran estrella de la película, Vivien Leigh (quien ganó su segundo Oscar a Mejor Actriz por su inolvidable interpretación), Brando comenzó a forjar su leyenda con esta película de Elia Kazan.

Dónde verla: Está en HBO Max.

 

Bonnie y Clyde (1967)

Warner

La década de los 60 fue un tiempo de transición en la sociedad estadounidense. Desde el asesinato de Kennedy, pasando por la Guerra de Vietnam, los hippies y el alunizaje, fue un tiempo de cambios de lo previamente establecido como la norma. Esos cambios se reflejaron en la cultura, desde la música hasta el cine, que, progresivamente, se hizo más transgresor. Se había terminado oficialmente “la era dorada de Hollywood” y los estudios se enfrentaban a una dicotomía: o entregaban su poder a los realizadores o se arriesgaban a caer en la intrascendencia.

Warner tomó la decisión correcta. Varias de sus películas más icónicas de esa década eran producciones que por sus temáticas y su factor explícito habría sido imposible realizar en años anteriores. Cintas como ¿Qué Pasó con Baby Jane? (1962),  Bullit (1968), La pandilla salvaje (1969), entre otras, eran señal de algo nuevo. Pero si hay que seleccionar una sola película que significó al antes y después del estudio en esa transición, ese título va para Bonnie y Clyde. Para Warner, esa fue su carta de entrada al llamado “Nuevo Hollywood”: un grupo de jóvenes realizadores muy críticos con la inocencia y los valores de las películas clásicas, dispuestos a transgredir. El director Arthur Penn logra enamorar a público de dos violentos atracadores anclada en el carisma de Warren Beatty y Faye Dunaway, cuyo final causó impacto en su tiempo por su carácter explícito. Era el inicio formal de algo distinto.

Dónde verla: Está en HBO Max.

 

La Naranja Mecánica (1971) 

Warner

Para entender el contexto de esta lista: entre 1934 y 1968 rigió en Hollywood lo que fue conocido como el “Código Hays”, una lista de reglas exigidas por los grandes estudios y la Asociación de Productores de Estados Unidos sobre lo que se podía mostrar y, sobre todo, lo que no podía bajo ningún punto vista en una película. Si querías hacer cine que llegara a grandes salas, habían normas estrictas: coquetería, sí. Sexo, nada (y cero desnudez). Violencia, siempre que no sea gráfica. Y los buenos siempre tenían que ganar. En pos de “la moral y las buenas costumbres”, Hollywood restringía fuertemente la libertad creativa de los realizadores.

Algunos cineastas fueron expertos en navegar este contexto gracias a su poder de insinuar en vez de mostrar. Alfred Hitchcock es el mejor ejemplo. Otros, como Orson Welles, debieron luchar por financiamiento y radicarse en Europa para hacer películas más atrevidas, lo que les significó olvidar el éxito comercial. Pero ya para los 60, la pérdida de poder de los grandes estudios hizo que la aplicación del código fuera bastante laxa. Y para los 70s, se creó un nuevo sistema: la calificación por edades. Es decir, las películas podían ser lo explícitas que quisieran, asumiendo que restringirían parte del público que podría acceder a ellas.

Eso hizo que la transgresión que insinuaban las primeras películas del “Nuevo Hollywood” derechamente no tuviera límites. Y las películas de los 70 fueron un reflejo de aquello. La violencia explícita, la sexualidad, los tabúes fueron parte importante de algunas de sus películas más icónica, nuevamente como un reflejo de un optimismo roto que quedó olvidado en la promesa de un mundo mejor en los 60. Pero no fue una película estadounidense la que mejor representó esa tendencia, sino una británica: La Naranja Mecánica.

El norteamericano Stanley Kubrick ya era un nombre consolidado, y también un fiel representante de cómo hacer películas provocadoras, pero sin romper el Código Hays, como La Patrulla Infernal (1957) o Lolita (1962). Ya sin ese yugo, se radicó en Gran Bretaña y, de la mano de la Warner, creó una de las películas más violentas, gráficas y perturbadoras a las que se hubieran expuesto las audiencias mainstream de cualquier parte del mundo. En su adaptación de la novela del mismo nombre, Kubrick muestra una sociedad distópica en donde la violencia es pan de cada día y donde la clase política, sin importar su color, intenta controlar a la sociedad explotando ese miedo.

Es brutal y es impensable que un estudio grande como Warner hubiera estado detrás de algo así en décadas anteriores. Pero el mundo había cambiado y el cine también. Los 70 fueron quizás la mejor década de Warner en materia de cantidad de clásicos: Harry el Sucio, Super Fly, Calles Peligrosas, El Exorcista, Infierno en la Torre, Alicia Ya No Vive Aquí, Tarde de Perros, Todos los Hombres del Presidente, Nace una Estrella, Superman y más. Pero ninguna de esas películas reflejó tanto el ánimo de esa década como La Naranja Mecánica.

Dónde verla: Está en HBO Max.

 

Batman (1989)

Warner

Los 80 fueron una década curiosa en Hollywood. Después de la oscuridad abordada en los 70, los diez años siguientes vieron el resurgimiento de las grandes películas familiares, dramas inspiradores y un sentido de inocencia que parecía perdido. Fue también la consolidación de los llamados “blockbusters”. Es cosa de ver las películas más taquilleras de esa década:  E.T., Indiana Jones y la Última Cruzada, Volver al Futuro II, Mira Quién Habla, El Regreso del Jedi, Un Príncipe en Nueva York, ¿Quién engañó a Roger Rabbit? y así.

Sí, el terror siguió siendo violento y sí, hubo espacio para voces dispuestas a apuntar en direcciones más extrañas, pero no era lo que las grandes audiencias preferían. Pero la Batman de Tim Burton es una suerte de mezcla entre ambos mundos. Una superproducción taquillera (la tercera cinta que más recaudó esa década), que podía ser disfrutada por un público transversal, pero al mismo tiempo es sin dudas una película excéntrica. Su Hombre Murciélago, a cargo de Michael Keaton, tiene rasgos más psicopáticos que heroicos y su inolvidable Guasón interpretado por Jack Nicholson es una mezcla de los Tres Chiflados con Caracortada. Su violencia es de caricatura, pero tiene algo perturbador en ella.

La Ciudad Gótica kitsch de Burton logró un punto medio entre la oscuridad de la psiquis adulta con la capacidad de asombro y júbilo de un niño. Su película fue tan influyente que no sólo definió cómo serían las películas de superhéroes en el futuro (mucho más que Superman una década antes), sino que también transformaría la forma en que Batman era percibido en la cultura pop, que lo había asociado a rasgos cómicos desde que lo interpretara Adam West. El director hizo una película llena de contradicciones que sólo elevan el resultado final y representan de forma fiel lo que fue el cine en los 80.

Dónde verla: está en HBO Max.

 

Matrix (1999)

Warner

Es casi un pecado no seleccionar Buenos Muchachos como la película más icónica de Warner en los 90. Pero qué se le va a hacer. En el filo del nuevo milenio, las realizadoras Lana y Lily Wachowski entregaron una visión del futuro que revolucionaría el cine de acción. Ad portas de entrar en un Siglo que se caracteriza más por reciclar ideas antiguas que producciones originales, Matrix nos mostró una película de acción impecable desde lo técnico pero también profunda y llena de ideas fascinantes.

Sí, también cometería el pecado de transformarse en una franquicia, pero esa primera película sigue siendo inolvidable, desde sus peleas en cámara lenta hasta cómo se adelantó a la discusión de identidad y nuestra relación con el mundo digital. Matrix es hasta hoy el poder de la creatividad hecha película. No hubo otra cinta como ella en toda esa década.

Dónde verla: está en HBO Max.

Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (2004)

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El Siglo XXI en el cine ha sido la era de las franquicias en el cine. Ante mayor competencia y una audiencia que ha diversificado sus gustos (y a la que cada vez más cuesta convencer que vayan a las multisalas), los grandes estudios han apostado cada vez más por lo seguro: adaptaciones, secuelas, remakes y demases de historias con las que el público ya esté familiarizado.

Eso generó la proliferación de estudios independientes con trabajo muy interesantes, pero, lamentablemente, que grandes nombres como la Warner se la jueguen cada vez menos por producciones originales y riesgosas. Pero eso también ha significado que destaquen más los momentos en donde un estudio toma riesgos con una superproducción o franquicia, entregándole libertad creativa a un realizador para que la lleve en direcciones interesantes.

Probablemente la mente de varios se vaya hacia lo que hizo Christopher Nolan con Batman. Pero antes de El Caballero de la Noche estuvo Harry Potter y el Prisionero de Azkaban. Después de adaptar con grandes resultados de taquilla pero tibia recepción crítica las dos primeras novelas de J.K. Rowling basadas en un niño mago, Warner reemplazó al director de esas entregas, Christopher Columbus, por un nombre más asociado al cine de autor: Alfonso Cuarón. El mexicano (y futuro ganador del Oscar) estuvo a punto de rechazar el trabajo, pero su amigo, Guillermo del Toro lo convenció. Y el resultado es la mezcla de una sensibilidad cinéfila con la más comercial de las historias.

El Prisionero de Azkaban no cambia completamente el ADN de las películas de Harry Potter y su vocación de superproducción, pero sí lo pule y lo complementa con una historia más madura, mejor dirigida, que saca mejores actuaciones de su joven elenco y que es, a todas luces, más interesante que sus predecesoras. Cuarón no volvería a dirigir una película de la saga, pero todas las secuelas posteriores toman como base el estilo que estableció el mexicano. No es coincidencia que esas secuelas mantuvieran el éxito comercial de la saga, pero además sumaran el respaldo de la crítica. Cuarón marcó la consolidación de la franquicia más exitosa de Warner este siglo.

Dónde verla: está en HBO Max.

 

Mad Max: Furia en el Camino (2015)

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Cualquiera que diga que era de esperar que una secuela de Mad Max, la saga protagonizada por Mel Gibson en los 70 y 80, con un elenco diferente y a tres décadas de su última entrega se iba a transformar en una de las mejores películas de la década pasada, miente. Lo de Mad Max: Furia en el Camino, fue una absoluta sorpresa. Y es que las Max Max originales siempre fueron geniales. ¿Pero este nivel de obra de arte? Eso es otro cuento.

El director George Miller reinventó su saga de la mano de Tom Hardy como Max y una inolvidable Charlize Theron como el personaje que se roba la película, Furiosa, para hacer la mejor cinta de acción de los últimos 20 años. Fiel a su nombre, la película es una carrera frenética que rara vez quita el pie del acelerador, llena de secuencias tremendas y basada principalmente en efectos prácticos por sobre imágenes generadas por computadora. Todo es visceral y con la adrenalina a mil, pero también es una historia con mucho corazón. Sobre todo, es una película hecha con amor al espectáculo que puede ser el cine. Por primera vez, una entrega de la saga fue nominada al Oscar a Mejor Película. Y hasta hoy, muchos creen que lo debería haber ganado. En medio de las producciones genéricas que nos pueden entregar los grandes estudios hoy en día, Warner nos entregó una cinta que será recordada y analizada por décadas.

Dónde verla: está en HBO Max y Amazon Prime Video.