Columnas

Brian Wilson: Canciones para entender al genio de los Beach Boys

Por Ignacio De La Maza

Que horrible cuando faltan las palabras. A riesgo de hacer el ejercicio inevitablemente egocentrista de pretender entender a otro ser humano, imagino que a Brian Wilson le pasaba de forma frecuente. El genio de los Beach Boys no era un tipo muy elocuente, como lo demostraban sus incómodas intervenciones en entrevistas y desde el escenario (mi favorita sigue siendo esa vez que introdujo ‘California Girls’ como “he aquí otra canción que escribí yo y que todo el mundo ama” con una seriedad imperturbable). Cada vez que aparecía en público y se le requería hablar, el hombre que competía con McCartney, Dylan, Ellington, Davis, Bach y solo un puñado de otros privilegiados nombres por el título, literal, de ‘el compositor más importante de todos los tiempos’ parecía estar en un permanente limbo, atrapado entre sus pensamientos y la realidad, tangible y aterradora, en donde tenía que expresarlos.

En sus momentos más tristes, Wilson rehuyó de esa realidad completamente, encerrándose en un monolito mental alimentado por ácido y cocaína, solo él y las infames voces en su cabeza que repetían sin cesar toda clase de cosas horripilantes. Pero la tragedia, como para la mayoría de nosotros, es solo una parte de su historia: Brian Wilson vivió una vida dura, sí, pero una que también estuvo llena de amor, belleza y trascendencia. Las palabras no eran tan necesarias después de todo: El músico supo traducir la infinidad de la experiencia humana, desde el sentimiento más inocente (amor adolescente, playa, nostalgia, querer envejecer con la persona que amas) hasta el más perverso (depresión, drogas, impulsos suicidas y violentos, Charlie Manson), en catedrales sonoras que le dieron forma, poesía y humanidad dolorosa y real al mundo en el que vivimos. Es difícil imaginar a California sin el filtro del verano permamente que Wilson diseñó junto a sus hermanos Dennis, Carl (ambos fallecidos trágicamente antes que él) y su amigo Al Jardine (solo mencionaré a Mike Love para decir: Eres un mercenario y la historia te olvidará). Es aún más difícil imaginar literalmente cualquier pieza de música moderna que no se haya beneficiado de las innovaciones que Wilson empujó cuando decidió dejar que sus compañeros de banda se dedicaran a los conciertos para enfocar todos sus esfuerzos en empujar a la música, a literalmente toda la música, hacia nuevos horizontes. Como dijo por ahí Mick Fleetwood de Fleetwood Mac, cualquier persona que tenga un mínimo hueso musical tiene que agradecerle a Brian Wilson. Como dijo alguien más que no me acuerdo (estoy triste, ténganme paciencia): Eres fan de Brian Wilson, lo sepas o no.

Faltan palabras. Contradictorio, considerando las millones de letras que se están escribiendo en este momento para homenajear a Brian Wilson tras su muerte a los 82 años, los numerosos documentales que ya existen en su honor (‘Long Promised Road’, está para arrendar por 2.000 pesos y es doloroso y fundamental… Hay otro sobre los Beach Boys en Disney Plus, ignoren ese), la cantidad de músicos que lo reconocen como influencia directa (y los que no y siguen viéndose influenciados indirectamente) y su lugar establecido en la historia de la cultura popular y el arte. Pero nunca van a ser suficientes palabras. El hombre realmente lo cambió todo. Y quizás haya sido la única persona a la que se le pueda aplicar el adjetivo ‘genio’ y que ADEMÁS se declaraba fanático de la película ‘Norbit’ (2007) de Eddie Murphy.

Todos tenemos un artista de cabecera que, de alguna manera, explica por qué nos gusta tanto la música, por qué nos llega tan a fondo y por qué nos la tomamos tan en serio. El mío era Brian Wilson. Su obra me hacía sentir que hasta los momentos más bajos de la vida podían ser majestuosos. ‘Pet Sounds’ (1966) es la obvia obra cumbre, una sinfonía adolescente que es tan impresionante por la desnudez de sus emociones como por lo inmaculado de su sonido. Pero también está el disco perdido ‘Smile’ (1967/2011), quizás la pieza de música pop más radical de todos los tiempos, o ‘The Beach Boys Today!’ (1965), en donde suena lúdico, coqueto y ansioso, o ‘All Summer Long’ (1964) y su optimismo desafiante, o incluso ‘Love You’ (1977), una pesadilla de sintetizadores desafinados que suena como un mal viaje en hongos y aún así contiene una vulnerabilidad que te destruye. Incluso las obras en donde sus problemas psiquiátricos requirieron que cediera el control creativo de los Beach Boys a sus hermanos, como ‘Sunflower’ (1970), ‘Surf’s Up’ (1971) y ‘Holland’ (1973) incluyen momentos en donde Brian reaparece para recordarte que era capaz de despachar una canción perfecta y eterna en pleno quiebre mental. Nunca necesité que hablara. Sus canciones siempre bastaron. Y seguirán bastando hasta que el sol explote y este experimento humano se acabe. Hasta entonces, que el verano dure para siempre.

PD: He aquí algunos temas para sentirse en la playa