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[RESEÑA] Annabelle 3: Una casita del horror (casi) funcional

Si bien a grandes rasgos es olvidable, la nueva entrega de la saga El Conjuro tiene un encanto que la pone por sobre la media.

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Por Matías de la Maza.

Fuera de su realmente entretenida (y aterradora) primera parte, las películas del universo de El Conjuro han caído en el peor error de una cinta de terror: ser predecibles. Uno no va al cine a ver sus nuevas entregas buscando innovación, sino más bien asumido de lo que va a encontrar. Sustos repentinos en un intervalo de cinco minutos, que si bien son efectivos, se olvidan al poco rato, y suelen maquillar la débil trama de cada entrega.

Las que se esfuerzan un poco más en desarrollar sus personajes y lógica interna son las más rescatables (El Conjuro 2, Annabelle: La Creación), mientras que las que se concentran sólo en rebuscadas formas de asustar a su audiencia (Annabelle, La Llorona, La Monja) resultan la definición más correcta de “ir a pasarlo mal al cine”, sin mucho que rescatar.

Lo interesante es que la nueva entrega de la saga, Annabelle 3: Viene a Casa, opta por un camino distinto: sí, sus sustos son prácticamente calculados con cronómetro (aunque quizás menos que en las cintas anteriores) y su historia está llena de fisuras, pero la apuesta de la cinta, estrenada ya en Chile, es también ser un compilado de grandes éxitos de la franquicia, y del cine de terror en general. En menos de dos horas, la película enfrenta al público a cada cliché de la “casa embrujada” que uno pueda imaginar. Eso, curiosamente, es la fortaleza de una película que funciona mejor cuando contagia el júbilo de estar disfrutándose a sí misma, a pesar de sus múltiples tropiezos.

LA FIESTA DE LOS DEMONIOS

Annabelle 3, más que una secuela a las dos primeras películas de este spin-off, es una secuela a la primera El Conjuro, mostrando qué es lo que ocurre una vez que los demonólogos Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga) encierran a la muñeca embrujada en la habitación de objetos poseídos que guardan en su hogar (muy buena decisión…).

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Pero aquí es donde hay que revelar un pequeño spoiler: gran parte de la promoción de la película se ha centrado en el regreso de los Warren como protagonistas de la historia, por primera vez desde El Conjuro 2 (2016). Eso es publicidad engañosa: los Warren aparecen, literalmente, al principio y al final de la película.

La historia en cambio está concentrada en su hija, Judy (Mackenna Grace) y su niñera Mary Ellen (Madison Iseman), quien se queda cuidándola mientras los Warren viajan a resolver alguno de sus casos. El infierno (literal) se desata cuando Daniela (Katie Sarife), la mejor amiga de Mary, se obsesiona con el salón secreto de objetos poseídos y malditos, y termina liberando a la muñeca. Annabelle actúa como un catalizador demoníaco, provocando que todos los espíritus y criaturas paranormales encerrados en la casa de los Warren sean libres y encierren al trío de jóvenes.

Intentando escapar y contener a Annabelle, las protagonistas enfrentan a prácticamente cada criatura de la historia del terror que uno pueda imaginar: hay armaduras malditas, fantasmas de novias asesinas, un hombre lobo (no muy bien logrado), un televisor poseído y hasta un juego de mesa embrujado, entre otros. Por supuesto, también está el demonio de turno que de seguro está pensado para protagonizar su propio spin-off: el Barquero, que, siendo justos, sí resulta aterrador.

La trama, más inspirada en el terror y la fantasía tipo Amblin que las otras películas de El Conjuro, camina una delgada línea entre el homenaje y el cliché. Sus personajes, ninguno muy carismático, son arquetipos sacados directamente del manual del terror: Mary Ellen es la virginal heroína, Daniela la amiga cool y descarada, pero con un trauma de fondo, mientras que Judy es la niña solitaria con una conexión paranormal. También está el interés romántico de Mary Ellen, un joven no muy brillante pero bonachón, que sirve principalmente como alivio cómico, pero cuesta retener si quiera cómo se llama.

Pero una vez que pasan unos 40 minutos iniciales molestamente carente de sustos y llenos de intentos irregulares de construir sus personajes, y la cinta da rienda suelta a los sustos, es imposible no encontrarle cierto encanto a una película que entiende sus excesos, y se propone a pasarlo bien con ellos. Es desordenada e intenta hacer demasiadas cosas a la vez, pero también entiende el terror como la catarsis después del sobresalto. Annabelle 3 te pone tenso cuando tiene que hacerlo, pero también te recuerda constantemente su ridículo con dosis de humor (voluntario e involuntario) y que todo se pasa mejor cuando no se toma tan en serio.

Cuesta encontrarle un valor mayor a Annabelle 3, considerando que no es particularmente original y que una vez que termina, si bien queda la sensación de haber tenido un buen rato, no se recuerdan mucho sus detalles. Pero en una saga cuyas entregas son cada vez más indistinguibles una de las otras, la película opta por ser distinta. La apuesta no siempre resulta, pero está por sobre muchas de sus pares.