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[RESEÑA] Avengers: Endgame – El Fin

La esperada cinta de superhéroes está a la altura de sus promesas. Un cierre abrumador y emotivo a una de las franquicias más importantes de Hollywood.

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Por Matías de la Maza.

“Hace cuatro o cinco años nos preguntamos qué es lo que no habíamos visto en películas de personajes basados en cómics. Y lo que no habíamos visto es un final, una conclusión definitiva a una saga. Por eso se llama ‘Endgame’. Y creo que es muy, muy, muy especial”. Así se refería el jefe de los Marvel Studios, Kevein Feige,  a la promesa que la franquicia de superhéroes más importante de los últimos 11 años viene haciendo desde antes del estreno de Avengers: Infinity War (2018): que la cuarta película de los Vengadores sería el final del MCU (Marvel Cinematic Universe) como se le conoce. Que ese ambicioso proyecto narrativo que comenzó con Iron Man en 2008, y ya ha estrenado 22 películas interconectadas una con la otra, tendría un punto aparte con Avengers: Endgame.

Por supuesto, eso no significa que se hayan pegado en la cabeza, ni que pretendan descartar esa gallina de los huevos de oro que es la franquicia. Pero definitivamente no será igual. No puede serlo, y cualquiera que vea Endgame, a partir de este jueves 25 de abril en los cines chilenos, probablemente salga con esa sensación.

Y como final, es espectacular. Grande, ruidoso, épico, emotivo, abrumador. Imperfecto, como buena parte de estas películas, y bemoles incluidos en sus extensos 182 minutos de duración. Pero llega a ser casi milagroso que la película no colapse bajo el peso de todo lo que está intentando cargar. El darle un cierre a personajes no sólo de un impacto difícil de igualar en la cultura pop de la última década, sino también queridísimos por los cientos de miles de fanáticos que los siguen en todo el mundo, y que han invertido tiempo, dinero y emociones en sus viajes, cuan imperfectos sean.

Avengers: Endgame en muchos sentidos es similar a Infinity War: un tren a máxima velocidad que pareciera estar a punto de descarrilarse en cada curva, pero logra zafar de la tragedia. Comparte sus fallas: demasiadas cosas pasando al mismo tiempo, lo que inevitablemente deriva en escenas y subtramas que no logran resolverse de forma satisfactoria. Pero también, y ahí lo más importante, comparte sus triunfos: una capacidad sorprendente de sorprender, superar expectativas y hacerle justicia a la gran mayoría de sus personajes.

Entrar en detalles de la trama sería privarle de la experiencia completa a quien vaya al cine estos días (y el próximo par de meses, la película probablemente tenga una extensa pasada por las salas). Mientras menos se sepa, mejor. Pero Endgame, desde sus primeros minutos juega con las expectativas del público, y cambia radicalmente las reglas de cómo se desarrollará el resto de la película.

El fondo es lo que se sabe: Thanos (Josh Brolin) logró eliminar a la mitad del universo en Infinity War, y los Avengers sobrevivientes viven con una mezcla de estrés post-traumático y desesperación por traer de vuelta a sus compañeros caídos. Sumando ahora a la Capitana Marvel (Brie Larson), el grupo se propone recuperar las Gemas del Infinito y revertir todo el daño causado por Thanos. Una tarea que, por supuesto, se complica casi de inmediato.

Hay espacio para la comedia, quizás incluso más que en Infinity War, sobre todo gracias a la presencia de Ant-Man (Paul Rudd, siempre excelente), pero hay una dosis de angustia permanente en el viaje de los protagonistas, con el peso de la derrota reciente.

Pero por sobre todo, Endgame es una despedida, enfocada en los tres pilares del MCU: Capitán América (Chris Evans), Iron Man (Robert Downey Jr.) y Thor (Chris Hemsworth). Los dos primeros actores anunciaron que, fuera cual fuese el desenlace de sus personajes, esta será su última película, mientras que el tercero ha jugado al misterio. Por eso, la película se esfuerza en recordar el legado de los tres, su importancia en los últimos diez años, y en darle un cierre lógico a sus historias, que de paso abre paso a nuevas posibilidades dentro de la franquicia.

No todo funciona: la sección media de la película funciona como un lindo auto homenaje de la saga, pero a ratos se extiende demasiado y se hace repetitiva. Y hay una escena en particular que está hecha de una forma extrañamente torpe para directores como Joe y Anthony Russo. La secuencia busca causar impacto, pero su excesiva complicación le quita el peso que debería tener.

Pero repitiendo la fórmula que hizo a Avengers (2012) una de las mejores películas de acción de estos tiempos, Endgame redime cualquier altibajo con su clímax. El desenlace de la cinta se sabe a sí mismo como el desenlace de diez años de historia, y está a la altura de la circunstancia. La extensa batalla final (no se ha visto una secuencia así en la pantalla grande desde El Señor de los Anillos: Las Dos Torres en 2002) es una clase en el arte del fan service: sí, está llena de momentos para satisfacer a su público y generar aplausos fáciles. Pero todo se siente ganado. Si había un momento para celebrar lo ridículamente geniales que pueden ser estos personajes, era ahora. Y cada miembro sobreviviente de la saga tiene su propio momento para brillar, pero nuevamente, Iron Man, Capitán América y Thor comandan la carga emocional del clímax.

Cuando terminan los créditos, la sensación es de agotamiento, pero en el mejor de los sentidos. Avengers: Endgame es una catarsis, y una que puede ser brutalmente emotiva. Pero cumple sus promesas y cierra las historias que tiene que cerrar, así como deja abierta la ventana para toda una nueva década de películas. Pero esas son noticias del mañana. La película no ocupa demasiado tiempo en anticipar lo que vendrá, sino en reflexionar sobre lo que pasó. Es una carta de amor para cualquiera que haya visto a Tony Stark cerrar su primera película diciendo “Yo soy Iron Man”, y haya decidido quedarse para lo que pasaría después, esperando diez años por una conclusión. Y qué conclusión.

* Reseña publicada originalmente en FM Tiempo.  

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