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[COLUMNA] Cine, música y mujeres: para reflexionar

Tras años de debates, la situación de las artistas femeninas no ha cambiado mucho. Una realidad que no hay que dejar de denunciar.

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Por Matías de la Maza.

La italiana Lina Wertmüller fue la primera mujer en ser nominada al Oscar a Mejor Dirección. Fue en 1977, casi 50 años después del primer premio de la Academia. En los 42 años siguientes, sólo cuatro otras directoras han recibido ese reconocimiento, y sólo una (Kathryn Bigelow) se ha quedado con la estatuilla.
Durante este siglo, la cifra de películas con personajes femeninos protagónicos apenas ha variado: desde un 26% en 2002 hasta un 36% en 2018, siendo esta última cifra menor que en 2016 y 2017. La mayoría de esos papeles corresponde de actrices de hasta 30 años. Después de eso, comienzan a bajar.

No todo está mal: en las películas con directoras o por lo menos una guionista mujer, en el 57% de los casos una mujer es una de las protagonistas también. ¿El problema? En 2018, sólo un 8% de las 100 películas más populares de Hollywood fue dirigida por una mujer. La cifra fue más baja que la de 1998. Sólo un 20% de los involucrados detrás de cámara en la realización de una película son mujeres. La cifra prácticamente no se mueve año a año.

No es novedad. Se sabe: en el arte y en la cultura pop, como en prácticamente cualquier campo laboral o aspecto de la sociedad, las mujeres están en desventaja. Pero no está demás repetirlo, las veces que sea necesario. Porque por más que en el mundo de la cultura pop el debate sobre la equidad de género, sexual y racial se haya tomado la industria en los últimos años, la verdad es que no se pasa mucho de las palabras.

El mundo de la música, sorpresivamente, es una excepción…

Mentira, tampoco se salva: según un estudio de la Universidad de Southern California, analizando las 700 canciones más populares de los últimos seis años, sólo un 21,7% de las artistas son mujeres. En 2018 fueron un 17,1%, la segunda cifra más baja de la década. La realidad es más abismal si es que no se considera sólo a las cantantes, sino que se analizan a las compositoras (12,3%) y productoras (2.1%).
Las mujeres son la mitad del mundo, y aún así son apenas un quinto de las principales artistas. No hay que ser matemático como para darse cuenta que algo no calza. Y habría que ser muy cretino para pensar que simplemente los hombres simplemente son mejores músicos, directores, actores, etc.

No hay justificación. Lo que no quita que, por décadas, hayamos tratado de justificarlo: que es por falta de experiencia (díficil tenerla si no se dan oportunidades…), que es porque el público no prefiere consumir arte de mujeres (díganselo a Ariana Grande o a películas como Mujer Maravilla). Uno mismo: “es que veo y escucho lo que me gusta, no me fijo en el género”. ¿Sí? Probablemente, no a conciencia (a menos que, de nuevo, cretino). Pero, si uno tuviera que nombrar sus diez películas favoritas. Sus 10 canciones favoritas. Sus 20 o 30. ¿Cuántas fueron creadas por mujeres?

La mayoría de las veces, uno, sin quererlo, ha sido parte del problema. Eso no habla de la calidad humana de nadie. Pero sí es bueno tenerlo claro. Conocer esas cifras: no se construyeron solas.
El omitir el arte de creadoras mujeres es una tragedia más allá de lo ético: el mejor arte es el que se siente nuevo. ¿Y cuántas décadas hemos privilegiado sólo una perspectiva? El arte, de forma intencional o no, siempre está impregnado de quien o quienes lo crean. Como en todo: es imposible pensar que lo que dices, haces o piensas no está impregnado de tu experiencia como ser humano, la que está siempre condicionada por tu género, tu raza y tu contexto. En ese sentido, el cine, la música y a televisión se han quedado por décadas con la misma experiencia: la de hombres, blancos y heterosexuales.

Al ignorar a las creadoras que hay allá afuera, nos estamos quedando sin la mitad de lo que podríamos estar viendo, escuchando o conociendo. El conocer la visión femenina no debería sentirse como algo nuevo. Pero, lamentablemente, lo es. Y el vaso mediolleno es que hay una oportunidad. Una oportunidad de ver o escuchar mundos completamente distintos, con un nuevo ADN. De entregarle a la mitad de la población la oportunidad de reconocerse en la pantalla, de identificarse en una canción, un privilegio que los que nacimos hombres solemos dar por sentado.

La única solución pareciera ser la proactividad: si el mundo no le hace espacio a las creadoras, a las artistas, salir a buscarlas. Darse el tiempo de informarse, conocerlas, leer sobre ellas. No sólo a ellas: hay que conocer más creadores afroamericanos, asiáticos, latinos. Cualquier grupo injustamente tildado como una “minoría”, cuando no lo son. La representación parte por decirle a la industria que sí hay público para otras historias.

Un último dato: a Lina Wermüller no le han dado ni si quiera un Oscar Honorífico. Y está viva. Tiene 90 años, y sigue siendo lo máximo.